"Si dejamos de luchar, las generaciones futuras morirán envenenadas”

por Lautaro Romero
Fotos: Nacho Yuchark (@nachoyuchark) para lavaca
23 de julio de 2022

Sabrina Ortiz lleva una década combatiendo los agrotóxicos en Pergamino. En todo este tiempo la enfermaron y hasta amenazaron de muerte, pero nunca se entregó. Una historia de conquistas que inspira a escapar de la colonización del pensamiento bajo una premisa: frenar las fumigaciones.

Sabrina Ortiz, abogada y referente del colectivo "Paren de Fumigar Pergamino", entendió que era cuestión de vida o muerte. Y por, sobre todo, entendió que si se involucraba era capaz de cambiar la historia. Su destino, el de sus hijos y el de toda una ciudad. Así empezó su lucha contra las fumigaciones con agrotóxicos en Pergamino.

Sabrina encontró algunas respuestas, y sus denuncias -incansables- con el tiempo se tradujeron en conquistas: estudios del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) que confirmaron la contaminación de las aguas, estudios del Hospital Austral que evidenciaron la presencia de agroquímicos en pacientes de esta ciudad de más de 100 mil habitantes. Ordenanzas para regular las fumigaciones en todo Pergamino y en los barrios más afectados: Villa Alicia, La Guarida y Luar Kayad.

Nada de todo esto habría sido posible sin la lucha organizada. A la militancia y las denuncias de Sabrina, respondieron con insultos, amenazas y violencia, lo que desencadenó en un fallo a favor de la causa: recientemente el Juzgado Federal Número 2 de San Nicolás procesó por amenazas a Fernanda Roces. El procesamiento, dictado por el juez Carlos Villafuerte, incluye la prohibición de acercarse a menos de 500 metros de Sabrina y de cualquier integrante de su familia, además de un embargo por un millón de pesos.

Un detalle: Fernanda es hija del productor agropecuario Mario Roces, procesado a su vez por la contaminación y los daños generados por las fumigaciones.

--¿Qué representa este fallo para vos, para tu familia y para el futuro de los territorios en la lucha contra los agrotóxicos?

--Estamos contentos de que la Justicia trate en igualdad de condiciones a las personas que somos de a pie, que luchamos, resistimos y estamos muchas veces solas. Por eso este fallo significa tanto para nosotros. La realidad es que en esta investigación hay mucho poder económico, mucho poder involucrado. Después de todo, son los hijos del poder.

--Sufrieron amenazas que alcanzaron niveles de violencia extrema. ¿Cómo se explica semejante odio?

--No termino de entender esa capacidad de odio, esa forma tan violenta de destrucción hacia el otro. A mí me mataron al perro, nos balearon la casa, entraron a la casa de mi madre, a los gritos, diciendo que me iban a matar, que éramos unos negros de mierda, que me iban a tirar a una zanja y me iban a prender fuego la casa. Hasta me han mandado un mensaje diciendo que me dejara de joder porque me iban a dar un tiro en la espalda y me iban a dejar paralítica. Otras veces han dejado cruces con flores en la puerta de mi casa.

La gente en su mayoría es víctima de la desinformación, de esta cultura de la agromafia y el agronegocio.

Yo a pesar de todo lo que pasé con mis hijos, nunca sentí ese odio. Siempre sentí dolor, angustia, nunca ese deseo de destrucción hacia el otro. Me pone mal escuchar todo eso, me preocupa sobre todo por mi familia, porque han concretado algunos hechos. Mi vieja no sale a hacer sus actividades cotidianas, mi hija sale acompañada. Es muy complejo. Te modifica toda la vida, también el estado de ánimo, te condiciona y limita. Sabemos que son peligrosos.

--¿Cómo están tus hijos? ¿Qué consecuencias sufrieron sus cuerpos al estar expuestos al glifosato y otros agroquímicos?

--Mis hijos pasaron por distintos tratamientos y agentes quimioterápicos. Padecen síntomas que aparecen de forma aislada porque tienen el sistema inmunodeprimido. Están siempre en control. En sus cuerpos tienen sustancias que son disparadoras de distintas complicaciones de salud. Justamente ayer mi hijo tuvo un episodio de brote en todo el cuerpo, como si fueran manchas en los brazos, la espalda, las piernas, la cara. Me agarró una desesperación tremenda. Lo llevé al hospital, le colocaron un inyectable para frenar ese estado, pero no te saben decir qué puede ser. Cada vez que aparece algo hay que ir corriendo a donde se atienden siempre. En Pergamino no tenemos especialidad en toxicología, entonces tenemos que atendernos en Buenos Aires o en Pilar. Además, ningún médico habla de esta cuestión. Se complica muchísimo. Si los médicos tienen las facultades y el conocimiento para hablar, ¿por qué no lo hacen? ¿Cómo puede ser que en Pergamino no haya un médico que hable de esto? ¿Cómo vamos a saber la verdad, cómo vamos a saber qué pasa en nuestros cuerpos?

--¿En que cambiaron sus vidas desde que en Pergamino se fijó un límite restrictivo para las fumigaciones terrestres (a menos de 1.095 metros) y aéreas (a menos de 3.000 metros)?

--Es todo un logro. En 2019, cuando se comprueba que mis hijos y todo el grupo familiar tiene daño genético, se pide que se extiendan las fumigaciones a 1095 metros hacia toda la ciudad de Pergamino, porque entendemos que todos tenemos la misma biología. Los 1095 metros no se basan en un número azaroso: es en base a un estudio que se hizo sobre el impacto y el daño genético que causan estos agrotóxicos en los niños. A esa distancia no desaparece el daño, sino que empieza a disminuir. Estos estudios los han hecho, por ejemplo, en el barrio Ituzaingó y en Monte Maíz, en la provincia de Córdoba.

En Pergamino, en 20 pozos y napas de aguas subterráneas, encontraron 19 moléculas de agrotóxicos (Glifosato, AMPA, 2,4-D, etc). Nadie está exento. A partir de la medida cautelar que exige el alejamiento de las fumigaciones, notamos que en los pozos y napas de agua aparecían menos sustancias y partículas agrotóxicas. Esto es muy positivo. Sin embargo, la contaminación del agua ha sido tremenda: de acuerdo a los muestreos de agua y pruebas que presentaron los peritos, de los 19 agrotóxicos que se encontraron, el 46% son cancerígenos. Tenemos un barrio donde en ocho manzanas hay 53 casos de cáncer.

--El daño que han hecho en las poblaciones y el ambiente es irremediable. ¿Qué ocurre si estas medidas cautelares pierden vigencia?

--Sabemos que las medidas cautelares no son eternas, después vuelve todo a como estaba anteriormente. Nuestro intendente, Javier Martínez, no ha hecho ningún proyecto para mejorar la calidad del agua, es más, ha apelado cada una de las medidas cautelares que se han presentado. Dicen que el agua está en perfectas condiciones. Presentaron estudios. Nosotros impugnamos esas pruebas con los peritos. Nadie sabe de dónde sacaron ese agua para hacer las muestras. No es para nada confiable. En un principio no quisieron entregarles bidones de agua potable a las personas afectadas (NdeR: 20 litros por día). Ahora están entregando agua porque la medida cautelar sigue vigente. No se preocupan por la salud de las personas. Falta la pata del Estado, el municipio tiene que estar presente. Hay un juego político. El intendente se lava las manos y no hace lo que tiene que hacer, como por ejemplo brindar capacitaciones para que en el campo se produzca de otra forma, para que se practique la agroecología. Hay mucha controversia.

La gente en su mayoría es víctima de la desinformación, de esta cultura de la agromafia y el agronegocio. Es el punto más duro que tenemos. Por ejemplo, Monsanto auspicia las maratones que son para la recaudación del centro oncológico de Pergamino. La gente corre con esas remeras puestas. Te enferman, fumigan las escuelas rurales y después te regalan el kit escolar. Se meten en todas las aristas sociales para hacer el lavado de cara y para empatizar. Y la gente cree en eso. Es muy perverso.

--¿Cuán importante fue la organización en los barrios para romper con el silencio y la apatía que imponen empresas, productores, gobiernos y algunos medios de comunicación?

--Estoy convencida que la salida es colectiva. Estamos cada vez más cerca de que algo cambie. Sabemos que eso tiene un costo y lo estamos padeciendo, pero si dejamos de luchar entregamos a las generaciones futuras a que mueran envenenadas. Yo prefiero seguir luchando y no quedarme sin hacer nada. Si dejamos de luchar nos van a matar con el veneno. Pretenden que uno se quede paralizado y entregue lo más preciado: la salud de nuestros hijos.

¿Cómo puede ser que en Pergamino no haya un médico que hable de esto? ¿Cómo  vamos a saber qué pasa en nuestros cuerpos?

En Pergamino hay barrios muy vulnerables y con necesidades. Seguimos trabajando con el pedido de los estudios y análisis genéticos (NdeR: en 2019 Sabrina pidió al juzgado análisis de presencia de agrotóxicos. Los resultados aún están siendo evaluados por expertos). Todavía no sabemos cuántas son las personas afectadas. No pudimos hacer un relevamiento muy grande porque no contamos con el dinero suficiente. Las evidencias están.

--¿Cómo avanza la causa sobre el ingeniero agrónomo Guillermo Naranjo y el veterinario Mario Tocalini, quienes estuvieron a cargo de la Secretaría de Ambiente Rural y fueron procesados por no cumplir con su deber de funcionarios públicos?

--Hace poco se pidió la elevación a juicio oral de Naranjo y Tocalini. Esto es muy importante, son los primeros funcionarios de la provincia en ser llevados al banquillo. Sabemos que no son penas de cárcel como uno se imagina, pero va a servir como un antecedente y no es en vano todo lo que trabajamos.

--Estudiaste Derecho y te recibiste de abogada para “tener herramientas para cambiar la historia”. ¿De eso se trata?

--Tenía todos los caminos, todas las puertas cerradas, era morirme en una depresión o hacer algo. Era lo que me salió para sentir que estaba haciendo algo por mi familia, por mí y por tanta gente que estaba tan mal. Me encontré en una situación de vida o muerte, tuve que resolverlo. Creo que todos tenemos las herramientas. Los cambios que históricamente se han llevado a cabo, la mayoría fueron en las calles, por gente de a pie.

El derecho es una herramienta que bien utilizada puede servir no solo para uno, sino para ayudar al resto. Yo no lo pensé en base a cambiar mi economía. Yo estudié con la finalidad de encontrar algo de cambio para todos. Debuté con esta causa, empecé por lo más difícil, me fui a un juzgado federal sin conocer demasiado. Era todo nuevo. Me capacité en derecho ambiental, aprendí, tomé todos los recursos posibles de gente que ya estaba en el ámbito y me ha dado una mano enorme. Estoy muy agradecida.

--¿Qué mensaje le darías a las personas que sobreviven y como vos se levantan contra semejante monstruo?

--Les diría que estamos de paso, que se animen y no se detengan. No hay que llegar al final de nuestros días sintiendo que hemos vivido en vano. Debemos mejorar, accionar, resistir, hablar, pensar en lo que le dejamos a nuestros hijos.  Tenemos que ser optimistas porque somos los que tenemos el poder de cambiar la historia, somos ciudadanos y seres con derechos, por eso decimos basta. Debemos unirnos todos los pueblos, esto no lo queremos más para nosotros ni para las generaciones futuras. A los gigantes hay que limarles las patas.

Nos han incorporado el chip, la colonización sistemática del pensamiento. Imagina a un ingeniero que estuvo seis años estudiando, decirle que eso que aprendió hace daño. Es como si fuera un fraude. El sistema está preparado para que esa persona aprenda de esa manera, para que en esta ciudad pensemos que el campo es el motor de la economía, que es lo mejor y nos da de comer, que es lo más sano. Yo me crié con ese pensamiento. Acá hay un problema de concientización y deconstrucción para volver a generar ese razonamiento, que nos lleva a decir: eso no es tan sano si le ponen veneno.

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