Mujeres en lucha contra las graseras

por Estefanía Santoro
Fotos: Agustina Salinas
09 de septiembre de 2022

Después de 30 años de lucha, las vecinas de la Asamblea Campomar exigen el cierre de las graseras que contaminan y enferman a Valentín Alsina. Piden la instalación de plantas de procesamiento de grasa y su reubicación en parques industriales.

¿Te imaginás vivir en un lugar donde en cualquier momento del día hay olor a podrido y a grasa en descomposición? ¿Te imaginás salir a tomar mate en el patio de tu casa y que tu cabeza se llene de hollín? ¿Y respirar humo, vivir con congestión, jaquecas, piel enrojecida y alergias? ¿Y si alguien de familia se enferma de cáncer y lxs medicxs le dicen que la causa es la contaminación que generan las fábricas que están en tu barrio? Así viven hace más de 30 años lxs vecinxs del barrio Campomar en Valentín Alsina, son las consecuencias de la impunidad empresarial y la desidia municipal y provincial.

Enfermedades pulmonares y cutáneas, olores emanados por la grasa, inundaciones, desagües tapados con grasa, humo y hollín en las casas. Eso soportan todos los días lxs vecinxs de Valentín Alsina. Agrupadas en la Asamblea Vecinal Campomar, las mujeres del barrio se organizaron para denunciar a las fábricas que desde hace décadas contaminan.

““Estoy embarazada y tengo una nena de nueve años que cuando siente olor me dice ‘mamá llamá a la policía’. A mí me dan ganas de llorar. Cuando cae el hollín, se le ensucia el guardapolvo de la escuela, voy a sacar la ropa de la soga y no me la puedo poner porque está negra, todo eso me genera una impotencia muy grande. Ya no aguantamos más. Hay momentos en que el aire es irrespirable, es un olor asqueroso, tan nauseabundo que te da ganas de vomitar. Yo tengo rinitis alérgica por el ambiente en el que estoy. Yo no nací alérgica, las graseras me enfermaron”, dice Ailín, su casa linda con Hebos y a una cuadra se ubica Mapar, dos de las fábricas graseras que se instalaron hace aproximadamente cinco décadas en Valentín Alsina, partido de Lanús. 

Anahí también nació en el barrio y padece dermatitis atópica desde el nacimiento; tiene rinitis alérgica, problemas respiratorios y sinusitis. Sus hijos también son alérgicos. “Es triste vivir acá. Ni siquiera podemos recibir visitas, nadie quiere soportar este olor nauseabundo. Tampoco podemos irnos, ¿quién va a comprar una casa en este barrio?”

Pequeños basurales a cielo abierto en una vía de tren abandonada, niñxs jugando al lado de montañas de desechos donde cada tanto explotan aerosoles, filtraciones de grasa por las alcantarillas, camiones con sebo que pasan a toda velocidad y esparcen sus desechos en las veredas. Olor nauseabundo. Zonas de descampados con más basura. Si de día da miedo transitar la zona, ingresar de noche al barrio Campomar es lo más parecido a una película de terror. Los días en los que el olor es más fuerte, los comercios de la zona que tienen mesas y comida a la calle no pueden trabajar. Lxs vecinxs cuentan que por más que cierren todas las ventanas el olor penetra igual en las casas. En la escala de contaminación, las graseras que funcionan en Valentín Alsina son de grado tres, esto significa que son las más contaminantes y nocivas. Organizadas en la Asamblea Vecinal Campomar, las vecinas del barrio realizaron cientos de reclamos ante la municipalidad. El actual intendente desde hace dos gestiones, Nestor Grindetti, jamás las recibió. 

Enfermedades pulmonares y cutáneas, olores emanados por la grasa, inundaciones, desagües tapados con grasa, humo y hollín en las casas.

Las vecinas lo intentaron todo, hicieron festivales, jornadas ambientales y caminatas para visibilizar su lucha, crearon un grupo de wasap para canalizar las denuncias en ACUMAR, colgaron pasacalles en el barrio y hasta en el Puente Alsina con las consignas “Fuera industrias contaminantes” y “No a las graseras” y “Bienvenido al barrio vedado por el municipio de Lanús”. Carteles que no duran más que un día de pie en las calles. Parece que la verdad incomoda. 

“Esta lucha la arrancaron mis abuelos, la siguió mi vieja y las viejas de muchas, y ahora nos tocó a nosotras. La guerra principal es quiénes vinieron primero, si las graseras o el barrio. Las graseras dicen que nosotros no tendríamos que estar acá, como si fuéramos usurpadores. Nosotros somos un barrio de gente que tiene la casa escriturada. Si esto fuera un barrio exclusivo de fábricas no nos tendrían que haber vendido las casas. Estamos hablando de personas que viven acá hace más de 80 años. Llegamos a la conclusión de que estas fábricas están acomodadas y que corrieron coimas toda la vida, por algo pudieron seguir trabajando”, dice Ailín.


¿Qué hacen las graseras?

Desde sus inicios Mapar se ha destacado por su compromiso constante con la naturaleza y la protección del medio ambiente, realizando los más exigentes controles en todas sus plantas. El plan de acción y control se realiza en forma continua, así como también la evaluación del cumplimiento de las normas sobre protección ambiental”, dice -a modo de presentación- Mapar S.A. en su página web. Nada de lo que la industria líder en la producción de subproductos ganaderos dice es real en su planta de Valentín Alsina. Mapar -al igual que Hebos - esparce olores y afluentes constantemente por sus tuberías contaminando el barrio. 

A inicios de agosto, Mapar fue clausurada por La Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR) por verter de manera clandestina sus afluentes sin tratamiento en el arroyo Millán, sobre el camino de la ribera del Riachuelo. El operativo de Acumar también alcanzó a la planta de Hebos, donde “se detectaron filtraciones de su materia prima en el cordón cuneta del establecimiento, motivo por el cual se le aplicaron multas económicas correspondientes a este tipo de infracciones y se la intimó a realizar mejoras en su planta”, según explica el informe de ACUMAR. Estas acciones fueron posibles gracias a las denuncias que realizaron lxs vecinxs.

Hebos se dedica a la producción de grasa vacuna y cerdo comestible, margarina y aceites, productos que cualquiera de nosotres podemos consumir y se pueden ver en las góndolas de los comercios bajo las marcas Esani y Esanita. Mapar, por su parte, se dedica a la elaboración de harinas de carne y hueso destinadas a la nutrición animal como también la producción de grasas líquidas para jabonerías, refinerías, biocombustibles y a la industria de alimentos para mascotas. Prestemos atención a estas marcas cuando realizamos las compras.

Ambas graseras trabajan sin ningún tipo de avance tecnológico y en la total precariedad, a pesar de que obtienen ganancias millonarias. Hace unos años atrás a Hebos le cortaron el gas y tienen calderas que encienden hasta ocho veces al día. Cada vez que sucede eso las chimeneas de la planta despiden un humo negro con ceniza que cae directamente en todo el barrio y se impregna sobre las casas, las personas y la ropa tendida.

“Cuando llega el cebo de a toneladas ya descompuesto -no sé si lo pagarán más barato o se lo regalan directamente- lo tiran en el piso en un galpón sin techo, donde ya tienen toneladas y queda ahí varios días, se agusana y se pudre. Ellos la utilizan igual, lo ponen a hervir y si ya había un olor terrible con ese cebo acumulado, imagínate cuando lo hierven a cielo abierto. Nosotros acá no podemos respirar. Hebos suele emanar olores por momentos de tres o cuatro horas que te deja con jaqueca. A una de nuestras vecinas se le inunda el patio de grasa”, asegura Ailín.

"Yo no nací alérgica, las graseras me enfermaron”

En 2021 Refinerías del Centro, que pertenece al grupo Beltrán con otras ocho plantas, se instaló frente al único pulmón verde del barrio y el espacio cultural donde también funciona una sociedad de fomento, un club de fútbol, la escuela N°67 y un jardín de infantes. Como si fuera un evento a celebrar, el municipio invitó a lxs vecinxs del barrio a conocer la nueva grasera que cuenta con maquinaria de última generación, lo que no implica que despida olor a grasa y contamine: “La frutilla del postre es que la nueva grasera tiene una turbina que contamina a la fauna de la cuenca. Desde que se instaló empezamos a ver teros y garzas caminando a la noche por la zona, debido a que la despresurización de esa turbina emite un ruido que es súper imperceptible para nosotros, pero para los animales es como una turbina de avión y los afecta”, dice Anahí. 

“El problema -explica Anahí- es que de acá no se va nadie. Vender nuestras casas es imposible, quién querría comprar algo acá. Hay casas que tienen hace añares carteles de venta, incluso con varias inmobiliarias, y no se venden. Acá no entra Uber y una sola pizzería viene al barrio. Nosotros no queremos que las graseras cierren, ni que la gente se quede sin trabajo, estamos diciendo que tienen que estar en un polo grasero. Queremos que se vayan y en el mientras tanto que se adecuen de una manera que no nos arruine la vida como lo hicieron hasta ahora”.

"¿A vos te parece que esto es normal? ¿Vos podés respirar acá? ¿Vivirías en este lugar así?. Esto no es olor a grasa, es olor a perro muerto", les decían las vecinas a los fiscales de ACUMAR cada vez que asistían al barrio y decía "el olor es acorde a una grasería de grado 3". Después de varias denuncias,  este año fueron escuchadas. Clausuraron a Mapar por la instalación de la cañería clandestina que desde hace años desemboca todos sus afluentes en el Riachuelo. 

 

Las leyes que no se cumplen

El artículo 41 de la constitución nacional establece el derecho a la preservación del medio ambiente en el que “todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer la de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo.” En este caso, las fábricas están interfiriendo en el normal desarrollo de las actividades diarias y culturales del barrio debido a que la instalación de la última planta se realizó frente a una escuela, un jardín de infantes, una club de fútbol y una sociedad de fomento. Las políticas sociales no pueden orientarse hacia el progreso económico que no tenga en cuenta el costo ecológico de su desarrollo y la conservación del medio ambiente.

En el caso de Refinerías El Centro el municipio de Lanús habilitó a esta empresa sin tener en cuenta el daño al medio ambiente y a la salud de las personas que se encuentran viviendo alrededor de la planta; la cual viola la resolución 565/19 que demanda la participación de la comunidad la cual no se cumplió hasta el momento. La actividad de la empresa es altamente contaminante tanto para el ambiente, como para la salud de la población cercana. Con la instalación de este tipo de industrias lxs vecinxs sufren, más allá de los olores nauseabundos que suelen emanar, el humo y los gases que son altamente tóxicos y contaminantes.

En agosto las vecinas entregaron una medida cautelar administrativa en el Municipio para que cese la construcción de la nueva planta porque todas las habilitaciones que tiene la grasera son ilegales: “Le dieron un montón de habilitaciones para construir una fábrica que todavía no presentó su informe de impacto ambiental y ya tiene hecho hasta los vestuarios para los trabajadores. Acá corre muchísima plata, las Refinerías del Centro del Grupo Beltrán son el holding ganadero más importante del país y son un monopolio. Las habilitaciones se las dio tanto municipio como provincia”, explica Ailin. 

La planta Refinerias El Centro está violando el artículo 3 de la ley provincial 11.459 sobre la instalación de industrias que establece que: “Todos los establecimientos industriales deberán contar con el pertinente Certificado de Aptitud Ambiental como requisito obligatorio indispensable para que las autoridades municipales puedan conceder las correspondientes habilitaciones industriales” y el artículo 4 que establece que “los establecimientos industriales clasificados en la 3° Categoría que deseen instalarse en territorio provincial, tendrán la obligatoriedad de evaluar en el marco del Estudio de Impacto Ambiental la viabilidad de implementar una barrera forestal alrededor del predio, cuestión que quedará a consideración de la Autoridad de Aplicación durante la evaluación de dicho estudio.” 

La habilitación de la planta no se dio en el marco correspondiente que establece la ley y ninguna de las fases que demanda la norma para su instalación han sido respetadas. El estudio de impacto ambiental no fue evaluado por el Ministerio de Ambiente para la obtención de la Declaración de Aptitud Ambiental, teniendo en cuenta el principio de precaución y prevención que establece la Ley General de Medio Ambiente 25.675. Mientras clausuraban Mapar las vecinas denunciaron que HEBOS estaba esparciendo efluentes color marrón por toda la manzana que podía verse en las alcantarillas y zanjas. La historia se repite, multan a la empresa pero el problema sigue, Mapar va a volver a funcionar cuando anule la cañería clandestina y Hebos solo deberá pasar una multa, no se adecuan a la protección del medio ambiente.

 

Campomar un barrio que lucha y abraza

La lucha del barrio Campomar tiene el apoyo de los barrios Villa Jardín y Villa Pampa, que por los cambios del viento también sufren las consecuencias de la contaminación ambiental de las graseras. “Nos apoyan en las sombras, tienen mucho miedo porque piensan que como son una villa y no tienen escrituras, no tienen derechos. Nosotros les decimos que tienen derecho a una vida digna y a respirar aire de calidad. Ellos viven muy mal, son barrios que están ubicados atrás de Mapar, es la planta que tira el sebo en el piso y después lo hierve, el olor ahí es nauseabundo, peor que el que se siente en mi barrio", cuenta Ailín.

Campomar es el único barrio que todavía tiene una plaza con árboles, lugar para jugar a la pelota y otras actividades que ofrece la sociedad de fomento para grandes y chicxs de Villa Jardín, Villa Pampa, Ilaza y Barrio Obrero. Incluso son muchxs lxs pibes de esos barrios que concurren a la escuela 67 por la cercanía. Ailín explica lo que representa Campomar: “Las plazas que hay en Villa Jardín, el intendente Grindetti las llenó de cemento y las enrrejó, parecen las plazas de la prisión, entonces los domingos los chicos vienen a Campomar,donde todavía hay espacios verdes. El barrio es emblemático para todos esos otros barrios porque este Campomar los abraza y los refugia”.

Nos vamos del barrio y ellas se quedan. Nos llevamos mil historias, el hollín en el pelo y el olor putrefacto en las narices, pero ellas, las vecinas de Campomar, se quedan a luchar contra las graseras, como lo viene haciendo hace ya 30 años. 

 

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