Patrulleros con licencia para matar

por Revista Cítrica
05 de abril de 2018

Se conocieron las sentencias en las causas de Nehuén Rodríguez y Beatríz Zampella, a quienes dos vehículos policiales les quitaron la vida al cruzar en rojo, a contramano y con las sirenas apagadas. Dos familias piden justicia.

El pibe Nehuén Rodríguez está pero no está. Está en los dibujos y en los stencils. Su rostro y sus ganas de vivir aparecen en las paredes del barrio de La Boca, camino a la casa que es su casa pero donde ya no está. Allí adentro está en las fotos y portarretratos que guarda su mamá Roxana Cainzos, junto a las de sus hermanos y hermanas, que aún están, allí mismo o en donde eligieron continuar sus vidas. Pero Nehuén no está: podría estar trabajando en Santa Cruz donde vive su tía, como lo había planeado hace algunos años. O estudiando como siempre lo hacía; actuando, como soñaba, mirando una obra de Norman Briski, su referencia del ámbito teatral, o disfrutando de ver al Globo realizar una buena campaña en Primera División. Nehuén tenía mucho por vivir; pero no está haciendo nada de eso porque el 15 de diciembre de 2014, justamente cuando festejaba el ascenso del club de sus amores, lo mató el policía Daniel Germán Castagnasso, que -como es policía- quedó en libertad. Y así Nehuén no está físicamente pero sí está presente en el recuerdo, en el dolor, en la lucha por justicia y la fortaleza de su mamá Roxana y la familia.

La abuela Betty Zampella está pero no está. Podría estar llevando a sus nietos de acá para allá, o mimando a su bisnieto, o viajando para Gálvez a la casa de la hermana, o yendo a hacer las compras con su changuito amarillo como cada mañana, o bailando y divirtiéndose, porque había sufrido mucho y a los 81 pirulos estaba sana y disfrutaba, yendo y viniendo de un lado a otro "como una ardillita", como dice su hija Silvia Policella. Betty tenía mucho por vivir; pero no está haciendo nada de eso porque el 8 de febrero de 2016, justamente cuando volvía de hacer las compras junto a su nieto Sebastián, la mató el policía Walter Lazo Quispe, quien -como es policía- quedó en libertad. Y así Betty no está físicamente pero sí está presente en el recuerdo, en el dolor, en la lucha por Justicia de su hija Silvia y la familia.

Después de que pasó todo, mi casa ya no fue lo que era. Todo resultó muy difícil. No sólo matan a la persona, sino que destruyen a toda una familia.

Betty tenía 81 años, Nehuén recién terminaba el secundario. La abuela vivía en Villa Ballester, el pibe en la Boca. El hijo de Roxana tenía una tía en Río Gallegos, la mamá de Silvia tenía una hermana en Santa Fe. En común tienen que les quitaron la vida patrulleros policiales que cruzaron el semáforo en rojo, a toda velocidad, a contramano y sin sirena. Sus familias tienen en común la injusticia. El martes 3 de abril se conocieron las sentencias para los policías que mataron y fueron prácticamente iguales: tres años en suspenso para Daniel Germán Castagnasso, cuatro para Walter Lazo Quispe. El primero ya está libre sin haber pasado ni un solo día preso, el segundo saldrá en seis meses. Ellos quedarán en libertad y la injusticia y el abuso de poder florecientes.

Si quienes mataron a Betty y Nehuén hubiesen sido civiles, quedarían presos bastante tiempo. Así lo creen Silvia y Roxana.

Por lo general el Poder Judicial no actúa bien en todos los casos en los que participan la fuerzas del Estado. Son muy corporativos. Es terrible porque ellos tienen un uniforme y lo defienden a muerte, y se cuidan entre ellos. Es impresionante lo que sucede”, reflexiona Roxana con toda la amargura que le provoca un fallo inexplicable. Se probó a través de testigos y peritajes que efectivamente el patrullero cruzó en rojo, en contramano, a toda velocidad y sin sirena. Y se consiguió desmontar todo el encubrimiento que había hecho la policía (acusó a Nehuén de cruzar en rojo). Todo eso presentó el fiscal pero también presentó un atenuante. “Para mí fue cualquier cosa- se indigna Roxana-: sostuvo que el patrullero estaba habilitado a andar de esa forma, en contramano y sin sirena porque había un supuesto llamado al 911. De esa forma se violaron todas las leyes viales y además el código policial. Una persona no puede adivinar si un patrullero tiene o no una urgencia, para eso está la sirena. Los bomberos la respetan, y ellos sí van a salvar vidas”. El fiscal se llama Marcelo Saint Jean, es hijo de quien fue gobernador de la Provincia de Buenos Aires durante la última dictadura, y ha sido defensor de genocidas como Miguel Etchecolatz y Norberto Cozzani. Lamentablemente, no se llegó a apelar su designación y el fiscal se puso del lado de los que abusan, matan y torturan con el poder que les dan  las fuerzas de seguridad.

El Poder Judicial no actúa bien en todos los casos en los que participan la fuerzas del Estado. Son muy corporativos.

“A los policías no les toca la Justicia”, está convencida y con motivos Silvia. No sólo por el fallo vergonzoso sino por cómo fue tratada la familia a lo largo del juicio, donde tras el veredicto a Silvia le bajó la presión, se descompensó y ni siquiera le dieron una silla para que pudiera sentarse. No podía reaccionar de otra forma: a su familia la custodiaban los mismos policías que mataron a su madre: “Es una burla para nosotros”.

El patrullero que mató a Betty lo conducía Quispe, quien no tenía registro y llevaba unos pocos meses en la fuerza. En el asiento de acompañante estaba el oficial Andrés Reginaldo Cedrón, de más experiencia en la fuerza y quién debía manejar porque sí tenía registro. La injusticia es tan grande que a Cedrón le dieron tres años y ya está en libertad.

Se llevaron las vidas de Nehuén y de Betty como si nada, como si fuesen conos que no pudieron esquivar, como si sus vidas no valieran.

“A Nehuén le encantaba jugar a la pelota. Se probó varias veces para entrar a jugar en un club y quedó para jugar en las inferiores de Huracán y se hizo re fanático del club. También le gustaba mucho el teatro. Fuimos varias veces al San Martín, a estudiar y a hacer obras. Era un chico muy alegre, con mucha personalidad. Muy sociable. Había terminado el bachiller en una escuela de San Telmo. Su futuro era seguir estudiando alguna carrera corta e irse a Río Gallegos. Él quería estudiar Seguridad e Higiene. Y tratar de ingresar a trabajar en alguna empresa petrolera del Sur. Para nosotros era la alegría del hogar. Después de que pasó todo, mi casa ya no fue lo que era. Su hermana autista sufrió mucho con esto y ahora está internada. Después todo resultó muy difícil. No sólo matan a la persona, sino que destruyen a toda una familia. Es difícil remontarla. Es muy difícil porque hay que seguir y hay que ayudar a los hermanos que con todo esto han aprendido a luchar por sus derechos. Quise enseñarles que tienen que salir a la calle a luchar aunque te llegue esa justicia que es injusta”, cuenta Roxana, quien -cuando mataron a su hijo- se quedó en su casa llorando, hasta que se dio cuenta de que mientras ella no luchaba ahí estaba la policía lista para borrar todas las evidencias.

A partir del caso Chocobar, de Rafael Nahuel y de Facundo Ferreira quieren naturalizar que las fuerzas de seguridad hagan cualquier cosa.

“Cuando escuchamos a los primeros testigos con la verdadera historia, empecé a salir a la calle a gritar y a pedir justicia, a marchar y a no hacérsela tan fácil. Somos una familia humilde. Hemos luchado mucho para tener estudio, para que no le falte nada a mis hijos, para que Nehuén pudiera hacer su carrera de teatro y es injusto que me arrebaten así su vida. Cuando pasan estas cosas es como que te tiran una bomba en el medio del comedor y cada uno corre por dónde puede. Es una situación muy difícil”.

La vida de las familias cambia para siempre después de los asesinatos perpetrados por las fuerzas de seguridad, ya sea con balazos, torturas o atropellando vidas y derechos. Silvia no puede entender el fallo: “No es justa la Justicia, tiene que haber leyes que lo amparen, no puede ser la misma sentencia para alguien que tiene que cuidarnos. No puede ser lo mismo para un policía que para un civil”, exige. Pero la realidad la golpea: para el policía directamente no hay pena.

No solo no hay pena, se lo premia:Después de lo que pasó con el caso Chocobar, con el de Rafael Nahuel y con el de Facundo Ferreira en Tucumán quieren naturalizar que las fuerzas de seguridad hagan cualquier cosa”, se lamenta Roxana pero no baja los brazos ni los bajará porque ya está lista para la apelación y seguir luchando por Nehuén : “Algún día esto tiene que cambiar. Cada día está más picante la policía y cada vez son más los casos. Si no les damos lucha, va a ser terrible lo que pueda suceder con los jóvenes. Además de pelear por mi hijo, voy a pelear por los chicos que vienen atrás, para que se sepa cómo son los fiscales y los jueces que hay”.

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