Vaca Muerta: la fractura expuesta

por Gabriela Cabezón Cámara y Claudia Aboaf
07 de junio de 2023

Lo que nos iba a salvar, de una vez y para siempre, nunca sucede. A una década del inicio de las perforaciones, la provincia de Neuquén tiene al 39,9 por ciento de su población en situación de pobreza. Y, en muchas zonas como Añelo, la ciudad corazón de Vaca Muerta, no hay agua potable. Lo que sí hay es una cantidad cada vez mayor de rajaduras en casas, contaminación, animales malformados y pozos huérfanos: las compañías los venden o simplemente se van. Las escritoras Gabriela Cabezón Cámara y Claudia Aboaf viajaron hasta allí para contar esos basurales del abandono.

El fracking es una fractura en el hueso de la Tierra, una de esas que nunca se cierran. Que duelen y que siempre darán problemas.

Si las rocas pueden contar la historia de la estructura del planeta, esta roca, una parte de la “roca madre” –así se denomina esta formación geológica– a unos cientos de metros de la superficie, en la provincia de Neuquén, lleva el nombre de Vaca Muerta. La estratigrafía lee en las rocas la historia de lo viviente, hace una lectura geológica de los sucesos en las distintas capas de la Tierra. ¿Qué leerán en el futuro, si hay uno Dorado, como prometen, cuando encuentren estas fracturas? ¿Un enigma geológico? ¿Rastros trágicos de una época?

Estamos en Vaca Muerta, no es un nombre promisorio. Sin embargo, se trata, dicen hace ya diez años, del nuevo El Dorado. No sobra recordar que a El Dorado, esa ciudad pavimentada en oro, no la encontraron nunca. Sí lograron fundar un orden colonial basado en la extracción de materias primas de Latinoamérica. Se sacan de acá. Y la riqueza queda para los que se la llevan. Y para sus capataces locales. Es como una noria, que ya se sabe, gira sobre sí misma: lo que nos va a salvar, de una vez y para siempre y nunca sucede. Una década después de que empezaron a secar la meseta y a contaminar los ríos y las napas freáticas, la provincia de Neuquén tiene al 39,9 por ciento de su población en situación de pobreza. Y, en muchas zonas –sin ir más lejos en Añelo, la ciudad corazón de Vaca Muerta– no hay agua potable. A los pobladores originarios los arrinconan, los empujan con más perforaciones. Es esa la noria: extracción-pobreza, más extracción, más pobreza. ¿Dónde está la riqueza? ¿En las muertes prematuras de las personas afectadas por la exposición a químicos, petróleo y elementos radioactivos? ¿En la desaparición de los animales?  

Vaca Muerta es el nuevo El Dorado. A El Dorado, esa ciudad pavimentada en oro, no la encontraron nunca

También vemos las fracturas expuestas de las casas en las poblaciones cercanas, por el efecto de los sismos que el fracking provoca y aumenta cada día. Nos cuentan del terror nocturno de que se les venga el techo encima, ya lo vieron suceder en la casa de una vecina que perdió su vivienda y su almacén con toda la mercadería. Nos hace pasar para que veamos el derrumbe del dormitorio y esas fracturas zigzagueantes en las paredes. Son afectaciones sísmicas que aterrorizan a niñxs y a adultxs también.

Foto: Alejo di Risio

Foto: Alejo di Risio

En Kola, un lugar en Rusia muy cerca de Noruega, hicieron la perforación más profunda del mundo. Querían llegar hasta el centro mismo del planeta. Fueron cambiando las mechas que se calentaban hasta fundirse mientras atravesaban las capas geológicas. En la insistencia de perforar llegaron hasta 12000 metros de la superficie. Uno de los trabajadores dijo escuchar voces. Bajaron un micrófono por el orificio y grabaron los sonidos. Juraron que eran gritos de voces humanas. Dijeron que habían llegado al mismo infierno.

No tan lejos, en algunos países de Europa como el Reino Unido, prohiben el fracking por los sismos que provoca, pero no se privan de –a través de British Petroleum, socia mayoritaria en Pan American Energy– hacerlo en nuestros territorios patagónicos. También Francia prohibió la fractura hidráulica pero tienen intereses con Total Energy en Vaca Muerta. Tal vez es de esas gargantas que salen los gritos nocturnos de los habitantes de las pequeñas localidades neuquinas que dejamos atrás. Parece que de la gobernación les mandaron psicólogos ¿No es suficiente reconocimiento del efecto del fracking?

Ir más abajo y romper más, eso es el fracking, inyectar arenas silíceas, millones de litros de agua, y productos químicos a alta presión, eso es el fracking, venenos que migran a las aguas subterráneas que son las napas de agua dulce de donde se alimenta la vida. La humanidad también. Son 90 millones de litros de agua –más paquetes de químicos– por pozo. Hay 3.000 pozos hasta ahora, además de los 18.000 convencionales. Y habrá muchos más. Lo que no hay es agua para la gente, para los animales. Lo que hay cada vez menos es peces, es agua de riego limpia. ¿Recuerdan que decir Alto Valle era decir fruta de calidad? Con las napas contaminadas, con los ríos llenos de químicos, ¿qué clase de frutas se estarán produciendo?

Foto: Alejo di Risio

Foto: Alejo di Risio

 
Lugares del abandono

Hay 300 pozos huérfanos. La práctica de abandono de un pozo petrolero agotado, o cuando el caudal empieza a caer, es muy común. Las compañías venden o simplemente un día se van. Nos quedan los basureros del abandono. A veces las válvulas no se cierran como corresponde o, son las ruinas de refinerías que se incendiaron, quebraron y abandonaron. Es más caro sanear que producir. Ya pagaron un seguro ambiental para que el Estado se haga cargo del desastre, algo que nunca hará.

Por muchos años se usaron los plumones de pollo, las “mantas oleofílicas” para aislar el suelo en la locación donde se operaba. Se saturan de petróleo y no se pueden reutilizar. YPF pagó millones de dólares por esos gigantes “pañales” de plumas de pollo empetrolados que terminan arrumbados contaminando la comarca. Generan un gran volumen de residuos peligrosos ya que “no disponen de una gestión final del residuo”.

La práctica de abandono de un pozo petrolero agotado es muy común. Las compañías venden o simplemente se van. Nos quedan los basureros.

También se acopia el agua residual en piletones abandonados, sin alambrados que impidan que algún animal o persona caiga dentro. Ingresamos a verlos, ningún portón lo impide, son piletas abiertas, como las de natación pero de aguas negras con burbujas que suben a la superficie. Luego fuimos hasta el basurero de Comarsa en este Toxitour organizado por el Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza, invitados por las comunidades y vecinos, al inmenso basural petrolero a cielo abierto. Nos descompusimos –picazón en la nariz, dolor de cabeza, náuseas– paradas entre altas montañas de petróleo mezclado con tierra a sólo dos kilómetros de la ciudad de Neuquén y con población en sus faldas.

Foto: Alejo di Risio

Foto: Alejo di Risio

No nos olvidemos que el agua residual también se usa para regar y, como le ponen una pastilla radioactiva para iniciar la explotación, ya se van registrando las mutaciones en cabras que nacen con dos cabezas, o cuatro “cachos” que son los cuernos, o niñxs con altos índices de contaminación. Vaca Muerta cumple diez años.

El futuro de Vaca Muerta es un basurero petrolero, un lugar de abandono como una estela tóxica del extractivismo acelerado. Es el último día del recorrido junto a lxs compañerxs del Tribunal, en este viaje independiente de los Estados, de los partidos políticos y de las corporaciones. Junto con las comunidades afectadas, nos acercamos a la costa pedregosa del río Neuquén y es pura belleza, pero enseguida nos recuerdan que está contaminado. No encontramos la riqueza promisoria de El Dorado, a cambio descubrimos en cada pozo petrolero, una boca abierta al infierno.


Foto de portada: Martín Alvarez

El viaje a Vaca Muerta fue organizado por la Alianza Global por los derechos de la Naturaleza (GARN) , la Asociación Argentina de Abogados/as Ambientalistas (AAdeAA), el Colectivo de Acción por la Justicia Ecosocial (CAJE) y la Colectiva Ecofeminista MIRÁ, y tuvo como anfitriones a la Confederación Mapuche de Neuquén, el Observatorio Petrolero del Sur y la Asamblea por los Derechos Humanos de Neuquén.

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