Una gambeta a tanta persecución

por Pablo Bruetman
19 de junio de 2018

Los trabajadores senegaleses se reunieron para ver el debut de su selección en el Mundial. En Argentina los persiguen, les pegan, les inventan causas, les roban sus mercaderías y los desalojan de sus casas. Ahora les tocó sonreír. Disfrutar de un partido de fútbol y sentirse un poco más cerca de su tierra.

Minuto 84. El partido 2 a 1 para Senegal. El extremo derecho recibe al borde del área y decide encarar al defensor rival. Podría jugar la pelota hacia atrás y hacerla circular pero mucho mejor sería no sufrir. El tercer gol garantizará la tranquilidad del pueblo senegalés. Tal vez eso piensa Ismaila Sarr en la fracción de segundo en la que acelera su marcha para pasar al defensor polaco que se arroja al suelo. El extremo derecho cae sobre el césped. La siguiente imagen que muestra la televisión rusa: el defensor polaco insultando a Ismaila Sarr. Del otro lado de la pantalla, aquí en Constitución, cien senegaleses se preguntan si fue o no penal. Un argentino se suma al reclamo cuando las cámaras enfocan al árbitro y grita “Policía”, y saca sonrisas en los senegaleses que son perseguidos sistemáticamente por las fuerzas de seguridad. En la pantalla amagan con mostrar la repetición pero el director de cámara la saca antes de que pueda apreciarse el momento de la supuesta infracción. La indignación crece en los televidentes. Parece que no les dan la oportunidad de defenderse. Después de un rato llega la repetición: no fue penal. Los senegaleses lo reconocen y felicitan la decisión tomada por el árbitro.

En la ciudad de Buenos Aires hay más de 1500 senegaleses cuya fuente de ingresos es la venta ambulante. Respetan las leyes como respetan al árbitro pero también piden que los dejen trabajar y claman porque dejen de perseguirlos, de secuestrarle la mercadería y de llevarlos presos. Sin ir más lejos, hay un vendedor senegalés que no puede ver el debut de su país en el Mundial: Bamba Leye está declarando en el mismo momento en que el extremo derecho de su selección de fútbol piensa si jugar la pelota hacia atrás o encarar.  Mientras, Bamba Leye piensa en cómo explicar que -aunque lo denuncien por resistencia a la autoridad- él no se resistió a la autoridad, sino a que otra vez le secuestraran la mercadería. Eso piensa después de pasar una noche entera en la Comisaría 1 de la ciudad de La Plata. Eso piensa Bamba Leye mientras Senegal derrota a Polonia en la Copa del Mundo, y el mundo habla de Senegal.

En la ciudad de Buenos Aires hay más de 1500 senegaleses cuya fuente de ingresos es la venta ambulante.

Eso mismo pensaron otras veces en comisarías de Constitución, Flores y Once cada uno de los senegaleses que están mirando el partido. Estamos en la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, donde los vendedores ambulantes senegaleses se han reunido para organizarse. Y para pensar justamente cómo hacer para que dejen de perseguirlos por trabajar, que dejen de secuestrarles la mercadería y que la policía culminé con el ensañamiento y los golpes para sacarlos del espacio público. En ese contexto se disfruta del partido entre Senegal y Polonia.

La unión y el compañerismo entre los vendedores senegaleses que se ve en la calle todos los días- donde se ayudan en vez de competir- también se refleja en tiempos de Mundial. "En Senegal tenemos una cultura mucho más cercana a lo que sería el socialismo. Aquí hay una cultura del capitalismo y del individualismo. Nuestra cultura es la de ayudarnos mutuamente y mejorarnos", nos dijeron el año pasado cuando tuvimos el primer contacto. Lejos de su país, casi todos por obligación, sienten la necesidad de conectarse con Senegal, aunque sea por el fútbol. Por eso se graban a sí mismos festejando los goles. Luego les pasarán los videos a familiares y amigos que se encuentran en Senegal o desperdigados por el mundo.

Uno de los culpables del exilio obligado parece ser el presidente Macky Sall, quien se ha tomado doce días libres para asistir a Rusia. Por eso cuando aparece en pantalla es mucho más abucheado que los jugadores polacos o el referí.

En Senegal tenemos una cultura mucho más cercana a lo que sería el socialismo. De ayudarnos mutuamente y mejorarnos.

A los senegaleses el destino y la necesidad los ha traído a la Argentina. Por más que se hayan transformado en nómades, siempre seguirán definiéndose como senegaleses. Y en cualquier parte del mundo se proponen representar correctamente a Senegal. “Te aseguro que todos los senegaleses vienen acá a trabajar. El senegalés es trabajador, no hace otra cosa más que trabajar”, nos recuerda Jackson cada vez que nos acercamos a Flores por una golpiza, o a Once por un desalojo. Y así se los ve siempre: trabajando. Y por eso fastidia tanto cuando se escucha que son "vagos", que "debieran conseguirse un trabajo”.

Esas frases llegan a través de empresas de comunicación y de ejércitos de trolls que nunca se acercaron a migraciones a ver qué tan fácil es documentarse; ni fueron contratados por una empresa de seguridad que les paga para ser explotados y quitarles el descanso, o pedirles trabajo forzoso porque “son negros y tienen fuerza”;  ni tienen que pagar el doble que un argentino para alquilar una pieza. Son frases pronunciadas por personas que nunca conocieron a un vendedor senegalés.  

Te aseguro que todos los senegaleses vienen acá a trabajar. El senegalés es trabajador, no hace otra cosa más que trabajar.

 

Minuto 0. Suena el himno, se lo escucha con tranquilidad, llegan los últimos asistentes. Un argentino con la campera de Boca pregunta qué buen jugador tiene el seleccionado de Senegal y la respuesta es unánime: el número 10, capitán del equipo y delantero del Liverpool: Sadio Mané.

Empieza el partido. Por segunda vez en su historia, Senegal disputa una Copa del Mundo. El antecedente es muy bueno: en Corea- Japón 2002 le ganó a Francia por 1 a 0 y alcanzó los cuartos de final. En ese entonces, 16 años atrás, ni Jackson ni Serigne ni Alpha, ni ninguno de los vendedores senegaleses, se imaginaba que vería un partido de Senegal en la Argentina. Y mucho menos que lo verían en un sitio en el que se encuentran para planificar cómo hacer para que la policía deje de perseguirlos.

Minuto 37. Gol de Senegal. Saltos, abrazos, videos, fotos, puños cerrados, cantos. “Senegal, Senegal”. El fútbol se vive igual en Senegal que en Argentina. Lo viven igual senegaleses y argentinos. En este Mundial, de resultados impredecibles, el fútbol iguala débiles con potentes. Y la organización, el trabajo y la identidad resultan valores indispensables para conseguir buenos resultados. Y en esos valores se igualan también futbolistas senegaleses con trabajadores senegaleses. O senegalases en Rusia con senegaleses en Argentina. Porque tanto en Rusia como en Argentina están trabajando. Tanto en Rusia como en Argentina están representando a su país.

Entretiempo. No hay discusiones. “Tenemos buenos delanteros de suplentes pero van a entrar cuando haga falta”, coinciden. No hay reclamos para el técnico Aliou Cissé, el único entrenador negro que tiene Rusia 2018. El único enojo es con Leroy Sané, una de las estrellas de Manchester City, quien hace unos años atrás decidió jugar para la selección alemana en vez de para la senegalesa. “Creía que en Alemania iba a salir campeón del mundo pero ahora el técnico ni lo convocó. Alemania perdió, Senegal gana...nosotros queremos a nuestro país...somos senegaleses. La vida y la necesidad nos ha llevado a estar en otro país pero somos senegaleses”, aclaran.

Minuto 60. Polonia tiene la pelota sin profundidad. Nada presagia lo que está por venir. Un pase de la defensa polaca hacia su arquero queda corto y M'Baye Hamady Niang aprovecha y anota un gol impensado. La platea estalla al grito de gol. Ahora se le suman bailes y canciones. El festejo del gol se cierra con una canción. “Ese canto lo que dice es que le agradecemos a la selección porque está jugando como la sociedad de Senegal. Nos representa. Lo cantamos cuando juega bien, le reconocemos”, nos explican. Y lo entendemos otra vez: son trabajadores, los de Argentina, los de Rusia y los que aún pueden estar en Senegal.

Minuto 94. El partido termina, Senegal ganó 2 a 1. En Constitución no hay mucho tiempo de festejar: la alegría no dura más que las dos horas en las que transcurre el partido. Ahora los senegaleses se reúnen para organizar cómo cambiar su realidad: analizan que la mejor opción es que haya una persona - la que mejor hable castellano- que sea el representante de los vendedores senegaleses en cada cuadra. También aceptan la ayuda de la CTEP para los chicos que aún no están documentados, y aceptan los canales de diálogo con el Gobierno de la Ciudad. Con la esperanza de que dejen de perseguirlos. Sin embargo, en La Plata Bamba Leye no ha visto ni un minuto del partido.

Bamba se perdió el partido

15.30 horas. Bamba sale de declarar y por fin se entera el resultado: Senegal ganó 2 a 1. Dos horas después, Cítrica se comunica con Bamba: “Hoy no pude ver el partido. Me duele, pero más me duele que persigan a mis hermanos. Es la segunda vez que me meten preso a mí. La primera, inventaron que amenacé a un gendarme. Ahora, dijeron que le pegué una patada a un policía. Pero ellos son los que pegan”. Por suerte acá también hay repetición (el video que el lunes por la noche difundió Revista Cítrica) y las imágenes son tan claras como la del minuto 84 del partido. No hay lugar a dudas: no hubo penal a Ismaila Sarr, hubo penal para Bamba; y ni tarjeta amarilla tuvo el policía platense.

Los senegaleses aceptan las leyes y aplauden que el penal a Sarr no sea cobrado. La Policía, en cambio, a veces también juega de árbitro y persigue a quienes la dejan en evidencia, como lo hizo Bamba hace unos días atrás: “Me persiguieron porque fui a marchas y hablé en la radio. Lo único que quiero, y lo que pido con todos mis compañeros hermanos de Senegal, es que nos dejen laburar. No tenemos problemas con nadie. Dejen de perseguirnos. No somos delincuentes. Nos inventan causas y  mentiras. Dicen que lastimé a cinco policías y que patée a una mujer, cuando hasta me agarraron del cuello y me metieron la mano en el bolsillo y me robaron 2 mil pesos”.

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