Sojización: ¿cómo terminar con la epidemia?

por Agustín Colombo
Fotos: Vicky Cuomo
09 de marzo de 2020

Mientras el sector más concentrado del campo argentino realiza un paro de actividades por la suba de retenciones a la soja, una Red de profesionales, productores y municipios cuestiona el monocultivo, tiene propuestas para mejorar en calidad y cantidad suelos y cosechas, y promueve la agroecología no como alternativa, sino como solución a los problemas.

El sitio web tiene un contador, como esos que marcan los días, las horas, los minutos y los segundos. La diferencia es que acá los indicadores son otros: tienen que ver más con la conciencia que con el tiempo. Y la conciencia se mide en cantidad de productores, hectáreas, asesores, grupos y municipios que se suman a una construcción que hace crecer a la agroecología a lo largo y a lo ancho del país, incluso más allá del Río de la Plata. 

El contador es de la Red Nacional de Municipios y Comunidades que fomentan la Agroecología, un nombre demasiado largo que sus integrantes lo sintetizaron en una sigla más amigable al lenguaje: RENAMA. El trabajo de la RENAMA es múltiple, pero hay uno que es medular y quizás sintetice la enorme misión que se propusieron: cambiar la manera en que pensamos la producción agrícola en la Argentina. 

El paro de tres días que lleva a cabo la Mesa de Enlace no puede disociarse de un pensamiento, un modus operandi y una historia

Porque todo está vinculado: el paro de cuatro días que lleva a cabo la Mesa de Enlace esta semana, luego de que el Gobierno aumentara tres puntos porcentuales los derechos de exportación de la soja (de un 30 a un 33 por ciento) a los productores que venden al exterior más de mil toneladas, no puede disociarse de un pensamiento, un modus operandi y una historia que viene casi desde la fundación del país. Aunque se ufane de representar al “campo”, la Mesa de Enlace representa la concepción más cabal del agronegocio, una élite agroexportadora no muy distinta a la que describieron Jorge Abelardo Ramos en Las masas y las lanzas o Arturo Jauretche en Manual de zonceras argentinas, hace ya mucho tiempo.    

Rotar es multiplicar
Antes de que la soja transformara los paisajes y la producción del continente, muchísimo antes de que el glifosato contaminara los suelos y enfermara a pueblos enteros, José Martí ya sabía lo que ningún país debía hacer: “El pueblo que confía su subsistencia a un solo producto, se suicida”, había escrito el libertador de Cuba en el siglo XIX. Martí no se refería ni a la soja ni al trigo ni al eucaliptus. Se refería al azúcar, que levantaba o desplomaba la economía cubana según la cosecha.  

“El pueblo que confía su subsistencia a un solo producto, se suicida”, escribió José Martí en el siglo XIX

Sin citar a Martí pero con un precepto similar, el ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá asegura que ahora Argentina --y la mayoría de los países sudamericanos-- se encuentra en esa situación, y que por eso debe volver a las rotaciones. A cargo de la RENAMA desde su creación, Cerdá cuenta que los 23 municipios de la Red producen bajo ese esquema: “Nosotros rotamos cultivos y eso mejora la producción. Vamos de la avena a la cebada, de la cebada al maíz, del maíz al centeno y así sucesivamente”, describe. 

El monocultivo de soja, que se produce y exporta para alimentar a los chanchos de China, tiene toda una explicación ideológica, causa y consecuencia de las políticas económicas que esmerilaron el tejido productivo y social de nuestro país. Cerdá lo teoriza así: “Prima un concepto muy individualista en el campo. El monocultivo es eso: el individuo. En los ‘90 vino ese proceso: todo el mundo estaba esperando a ver cuando se fundía el vecino para alquilarle. Entonces se perdió el espíritu de cooperación entre los vecinos. Y de lo que no se dieron cuenta es que en la medida que el vecino se iba, la zona se despoblaba, crecían los robos y se desplazaba la ganadería hacia los lugares menos fértiles”.

 

Veneno: más caro, menos producción
Como traza un paralelismo social con la producción masiva de soja que se instauró en la década del noventa y que año a año amplía sus fronteras, Cerdá también hace un análisis económico del actual escenario, y desmonta cierto sentido común aplicado a la utilización de fertilizantes, herbicidas y pesticidas en los establecimientos, una práctica cotidiana que convirtió a campos y pueblos linderos en una gran nube de veneno. 

"Prima un concepto muy individualista. El monocultivo es eso: el individuo. En los ‘90 vino ese proceso: todo el mundo estaba esperando a ver cuando se fundía el vecino para alquilarle", narra el ingeniero Cerdá

“Nunca entendí por qué hay profesionales que defienden tanto el uso de glifosato. El suelo pierde fertilidad, y eso más tarde que temprano perjudica los rendimientos”, comenta Cerdá. 
El RENAMA midió la respiración de los suelos de muchos campos de las provincias argentinas. Lo hicieron porque saben que el suelo es un organismo vivo, y por lo tanto tiene que comer. Ahí advirtieron que con este modelo tan químico, los suelos casi no respiran. Y si no respiran, o respiran con dificultad, eso se traduce en malas cosechas.

Como ejemplo ponen lo que sucedió el año pasado en Guamini, un municipio en el centro oeste de la provincia de Buenos Aires adherido a la RENAMA donde lentamente la producción agroecológica viene creciendo. En un campo donde se produce sin fertilizantes ni pesticidas, un productor cosechó 4300 kilos de trigo y avena, mientras que a otros vecinos de la zona, que trabajaban de manera “convencional” --es decir, con agroquímicos--, en esa misma temporada sus cosechas le dieron un rinde que osciló entre los 1.500 y los 2.000 kilos. “A los que menos les dio, encima, debieron comprar insumos en dólares, mientras que el productor que trabaja con nosotros no compró nada”. 

 

Un cigarrillo de millones de hectáreas
El ingeniero Cerdá dice que el uso del glifosato será como el consumo de cigarrillo. Un problema que al principio era desconocido, más tarde negado, luego tolerado y finalmente aceptado y combatido como lo que es: algo que daña inexorablemente la salud humana. “Hace un tiempo, si fumabas en un restaurant y le decías algo a la persona que tenía el cigarrillo, te echaban. Ahora a nadie se le ocurriría. El proceso es similar”, grafica.  

Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con la industria tabacalera, que debe advertir en los atados de cigarrillos sobre las enfermedades que puede causar, el glifosato sigue gozando de buena prensa, o al menos de prensa que oculta las tragedias que ocasiona, que en ese caso es lo mismo. 

Sólo en Estados Unidos, la trasnacional Bayer-Monsanto --productora del glifosato y de otros agrotóxicos utilizados mundialmente-- enfrenta más de 42.700 mil demandas por los daños a la salud que generaron productos como Round Up. “Lo que va a ocurrir, también, es que en el futuro van a maquillar sus productos. Van a lanzar nuevos productos que tendremos que volver a probar. Porque ahora muchas personas te dicen: ‘No usamos más glifosato porque no anda’. Te dicen que están invirtiendo en insumos más amigables con el medio ambiente. Harán, con nosotros, experimentos a cielo abierto”.

La experiencia de la RENAMA indica que si los productores rotan sus cultivos y prescinden de agroquímicos, el suelo mejora su fertilidad, las cosechan rinden más y los costos bajan sustancialmente 

La dramática situación de algunos pueblos de provincias como Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba o Buenos Aires prendió una luz de conciencia. Y la luz fue viajando. Cerdá habló en reuniones y dio charlas en Italia, España y Uruguay (Atlántida es parte de la Renama desde hace dos años). "Hay una demanda mundial que apunta a la agroecología", dice Cerdá. Pero la demanda sobre todo está acá, en las distinas provincias argentinas afectadas por la problemática de los agrotóxicos sin control. En cada charla siempre asisten más de 100 personas. Así sucedió recientemente en Chabas, Zavalla o Corral de Bustos.

Todas las personas se van de esas reuniones con una lección: hay otra maneras posibles de producir y trabajar el campo en la Argentina. “Es un proceso que va de abajo hacia arriba, porque arriba hay muchas presiones”, afirma Cerdá, recientemente anunciado como el titular de la flamante Dirección Nacional de Agroecología.

El rechazo creciente que se experimenta en los pueblos se replica en las universidades, donde hay alumnos que se van de las carreras porque alegan que les enseñan un único modelo, una única manera de llevar adelante la producción: la que delinean empresas extranjeras, los tanques sojeros que dicen representar al “campo” y los que ponen por delante el negocio a la salud. 

“En todos lados hay un crecimiento fenomenal. La idea es armar grupos de municipios para que tengan espaldas para decir ‘esto lo hacemos, esto no’”, dice Cerdá. Lo que dice puede validarse en el contador de la página web de la Red: allí, los números de productores, asesores, grupos y municipios que participan en RENAMA aumentan cada mes. Un anticipo de lo que sucederá en un futuro no muy lejano. 

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