Ser intersex en Argentina

por Estefanía Santoro
Fotos: Ilustración: Femimutancia
04 de diciembre de 2020

Mientras la medicina occidental sigue considerando la intersexualidad como una patología a corregir con mutilaciones genitales y tratamientos, distintas organizaciones impulsan un proyecto de ley para que la diversidad corporal sea respetada. Cómo se vive con un cuerpo que no encaja en las normas impuestas.

Paula Sosa nació en 25 de Mayo, La Pampa. Fue diagnosticada con una enfermedad de la que prefiere reservar el nombre e intervenida quirúrgicamente por primera vez cuando tenía cinco años para “corregir su cuerpo”. Aunque no presentaba ningún problema de salud, el médico que la atendió sostuvo que su clítoris era demasiado grande y que había que reducirlo

La medicina occidental, como poder hegemónico y de control, establece medidas y características específicas para los genitales amparándose en el discurso científico –un clítoris de más de cuatro centímetros se escapa de la norma– y determina qué cuerpos son sanos y cuáles no. Es una disciplina que no tolera la disidencia, ordena lo que es “normal” y lo que no lo es y luego dicta el procedimiento.

A Paula le costó mucho deshacerse de ese discurso médico que la patologizó desde su nacimiento, porque durante años tuvo solamente un punto de vista que –aun hoy– se rige por el paradigma del género binario, que considera que cualquier cuerpo que no presenta características sexuales masculinas o femeninas definidas a la hora de asignarle un sexo, debe ser intervenido para adecuarse a la norma. 

 

Violencia médica en cuerpo y mente

“El trato que recibí, las violencias a las que se me había sometido producto de ese diagnóstico, no lo podía entender fuera de la lógica del diagnóstico. Lo que busca ese adoctrinamiento quirúrgico es reducir mi clítoris y también esta patología trae uno de los síntomas principales que es la virilización, es decir, que todo lo que el sistema ha construido como características sexuales masculinas que están presentes en mí, las consideran una enfermedad. Mi cuerpo produce más testosterona que los cuerpos asignados femeninos comúnmente y por eso el sistema médico me problematiza. Mucho tiempo después pude ponerlo en otras palabras”.

Después de la intervención, el tratamiento continuó, los controles y los medicamentos eran algo constante en la vida de Paula. Hasta que un día dijo basta: “Siempre me trató el mismo doctor hasta los 12 años, cuando le dije a mi mamá que no quería ir más al médico porque cada vez que iba tenía que soportar tocamientos en mis zonas genitales. Mucho después pude entender que eso me traumó, mi mente y mi cuerpo lo viven como un abuso sexual constante por parte de la misma persona”.

Su madre respetó esa decisión. Había muchas cosas que no entendía, no tuvo acceso a una educación y había criado sola a Paula y a sus dos hermanxs, en una contexto económico de pobreza. Paula: “Cuando leés sobre medicina, dice que los médicos les informan a los padres de acuerdo al nivel de estudio que tengan para que puedan entender. En mi caso, mi mamá no sabía ni leer ni escribir y firmó autorizaciones sin tener idea. Eso nos volvió más vulnerables a ella y a mí”. 

Suma un detalle oscuro: “Mi historia clínica que tenía el Hospital Lucio Molas, donde me operaron en Santa Rosa desapreció, la reclamé varias veces. El tipo que era endocrinólogo del hospital, el primero que me diagnosticó, se ocupaba de financiar a mí y a mi mamá todos los viajes que hacíamos a la Capital de La Pampa, y yo pienso que de alguna forma fue parte de su acervo de estudio”.

"Mi cuerpo produce más testosterona que los cuerpos asignados femeninos comúnmente y por eso el sistema médico me problematiza"

 

El despertar intersex

Era el año 2002, el único ingreso en la familia de Paula era un plan de trabajo que tenía su mamá (por el que recibía $200) y la situación económica en el hogar era crítica. Paula siempre tuvo mucha facilidad para el estudio y cuando terminó el secundario consiguió una beca para estudiar Biología en la Universidad Nacional de la Pampa. Se fue a Santa Rosa. Finalmente se decidió por el Profesorado de Biología, cuando vio que sus compañerxs ya graduadxs no conseguían trabajo y ella necesitaba un ingreso económico urgente.

Cuando volvió a su pueblo, ya recibida, había pasado por distintos ámbitos de militancia social y también por lecturas feministas y de géneros: “Armamos un espacio que se llama Las Ramonas Feministas, ahí fue donde pude continuar con mi descubrimiento. En ese momento pude politizar mi deseo y gracias a la construcción que llevaba en ese espacio, pude decir que soy lesbiana. Eso de alguna forma me trajo un montón de alivio, pero me seguía costando muchísimo hablar de mi experiencia de vida en la infancia”.

Paula es una persona intersex, pero recién lo supo a sus 30 años. Mientras transitaba una maestría en Políticas de género, llegó a un blog de Laura Inter, escritora y activista intersex. Allí leyó por primera vez la palabra “intersexualidad”. 

La intersexualidad es una forma de diversidad corporal. Los cuerpos intersexuales son aquellos que poseen características sexuales (tales como los cromosomas, las gónadas y los genitales, entre otras) distintas a las del promedio estadístico, dentro de las categorías femenino/masculino socialmente construidas. A partir de recomendaciones médicas y con el consentimiento de madres y padres, lxs bebés intersex, sin posibilidad de elección, padecen desde sus primeros días de vida intervenciones quirúrgicas que pueden prolongarse durante años, según cada caso, acompañadas además de tratamientos medicamentosos. 

Todavía hay profesionales de la salud que aseguran a madres y padres que las operaciones son la única vía de salvación para que, en el futuro, sus hijxs puedan llevar adelante una vida “feliz” y sin sufrimientos. La intersexualidad no es una identidad de género y no determina ni la identidad ni la orientación sexual de una persona. Lo que para el sistema medico son patologías, en realidad son variaciones corporales. 

Paula explica:“Hay un discurso atrás del médico que tiene que ver con hacer el bien, con que eso va a ser lo mejor para vos, para tu vida y tus relaciones, pero la verdad que a mí eso nunca me hizo bien ni para mi vida ni para mis relaciones. Siempre se me quiso encajar en un modelo heteronormado, binario; también es una forma de atentar contra los cuerpos lesbianos. Cuando el sistema médico encuentra un cuerpo como el mío, solamente produce cuerpos femeninos amputados: les corta el clítoris y los corrige y siempre desde una lógica heterosexual y heteronormada, para que puedan ser penetrados”.

 

La propia medicina

Hoy Paula es activista intersex, integra el espacio Potencia Intersex y el año pasado logró que por primera vez se incorporara en el Encuentro Plurinacional un taller sobre intersexualidad. Actualmente, se encuentra realizando una investigación médica sobre la patología con la cual el discurso médico la diagnosticó, con el objetivo de producir un análisis crítico y argumentativo que demuestre que existen formas alternativas de tratar a los cuerpos intersex.

Las cirugías que son irreversibles pueden ocasionar infecciones, pérdida de sensibilidad, dolores crónicos, pérdida de la capacidad o dificultad para llegar al orgasmo, problemas urinarios, abdominales y padecimientos psíquicos asociados a los tratamientos y revisaciones médicas. Otra forma de tratamiento que lxs médicxs prescriben es la ingesta de un precursor hormonal de por vida, sin el cual –de acuerdo al discurso de la medicina occidental– una persona intersex no podría sobrevivir. 

"Le dije a mi mamá que no quería ir más al médico porque cada vez que iba tenía que soportar tocamientos en mis zonas genitales"

Así lo vivió Paula: “Antes de conocer la palabra intersex ya venía rebelándome para sacarme ese medicamento del cuerpo, porque notaba todas las consecuencias negativas que tenía en mí, y empecé un proceso de desmedicalización por mi propia cuenta. El conocimiento que tenía sobre biología me ayudó a realizar ese proceso de forma gradual y disminuí la dosis de a poco. Me llevó ocho años dejar de tomar ese medicamento. Ya van nueve años que no consumo ese medicamente y estoy viva, pero el sistema médico me estaba diciendo que si no lo tomaba me iba a morir. Conozco muchas personas que hicieron lo mismo que yo y no se murieron”.

Dejó atrás su pueblo natal. Necesitaba un cambio, lejos de las malas miradas y los comentarios que se hablaban a sus espaldas, porque muchas personas sabían por lo que había pasado. Vive con su pareja en Buenos Aires y cuenta que todas las vivencias negativas que padeció de chica, hoy las pudo convertir: “Todo eso que me había pasado lo transformé en motor para no caer en la depresión, pude resignificarlo y hacer algo que me potencie. Lo más maravilloso que me ha pasado es poder encontrar gente como yo, organizarnos, generar contranarrativas, nuevas representaciones de lo que es la intersexualidad. Así armamos Potencia Intersex, que ahora es un espacio discursivo y de escritura”.

Sobre el afianzamiento de su identidad, dice: “Todo el tiempo me dijeron que era un bicho raro y que estaba sola, y de repente me encontré con otras personas, no era un bicho raro; personas con las que nos podemos acompañar. Antes, cuando hablaba de esto lloraba, tenía bronca, enojo y ahora con esa potencia que nos da la grupalidad logré revertir esas emociones. Pude salirme de ese lugar de víctima y volverme combativa, ponerme en el lugar de sobreviviente y tener fortaleza”.

 

Contra toda forma de normalización

En todo el mundo existen más de 60 organizaciones intersex que han logrado condensar innumerables testimonios de personas que, durante su infancia, han sufrido cirugías mutilantes para que sus cuerpos “encajen” dentro de este paradigma de la medicina occidental. Son la evidencia de las consecuencias negativas que producen esas operaciones. Desde hace años vienen denunciando los abusos y dolores que han padecido y demandan que sean prohibidas. Sin embargo, son escasos los países donde esas operaciones han sido prohibidas o reguladas.

En el marco de las Semanas de Visibilidad Intersex (del 26 de octubre al 8 de noviembre), el pasado 2 de noviembre se presentó en la Cámara de Diputadxs el proyecto de Ley Nacional de Protección Integral de las Características Sexuales, que busca garantizar los derechos humanos de las personas intersex. El proyecto fue trabajado de manera colectiva junto a diversos espacios, como la Red Plurinacional Intersex, Orquidea Intersexual, NOA Intersexual, Potencia Intersex, Justicia Intersex y activistas independientes; Abosex y la Liga LGTBIQ+ de las Provincias.

Paula es una persona intersex, pero recién lo supo a sus 30 años, cuando leyó por primera vez esa palabra.

Mauro Cabral Grinspan es activista trans y director ejecutivo de la organización Gate (Acción Global por la Igualdad Trans). Fue la primera persona en nuestro país en impulsar un espacio sobre intersexualidad en los 90: Justicia Intersex. Junto a Iñaki Regueiro de Giacomi, Coordinador del Área de Género de la Asesoría Tutelar del Ministerio Público Tutelar de la Ciudad de Buenos Aires, y Eleonora Lam, doctora en Derecho y Bioética por la Universidad de Barcelona, redactaron el proyecto de ley presentado. 

Cabral Grinspan explica los puntos principales: “Es un proyecto que no está centrado en las personas intersex, sino como dice el título ‘de protección integral de las características sexuales’, que son un conjunto de rasgos compartidos por todas las personas: cromosomas, gónadas, genitales. Cuando las personas nacen con características sexuales que varían respecto del promedio, ocurren una serie de procedimientos que buscan modificarlas”. 

Sobre las características de esos procedimientos: “No están justificados por ninguna necesidad médica. No están destinados a curar una enfermedad o aliviar dolor o salvarle la vida a una persona, y además, como se realizan en la primera infancia, durante la niñez, no son consentidos por la propia persona. Uno de los puntos más importantes del proyecto es el que llama a la construcción de una Comisión de la verdad para investigar violaciones a los derechos humanos contra las personas intersex o basados en las características sexuales”.

Cabral Grinspan amplía: “Desde hace décadas la mayor parte de las personas que nacimos con variaciones de las características sexuales fuimos sometidas a esos procedimientos de normalización corporal que el activismo intersex denuncia como formas de mutilación genital, tortura y tratos crueles e inhumanos en contextos médicos. Lo que queremos es que se investigue qué fue lo que ocurrió, estimar cuántas personas fueron intervenidas, cuál fue su situación no solamente de salud, sino también el acceso a la educación y al trabajo, al placer. Reconstruir la historia de la sociedad argentina en materia de normalización de las características sexuales y asegurar de que todas las personas tienen acceso o saben la verdad acerca de su propia historia”.

–¿Qué busca el proyecto?

–El proyecto lo que busca es prohibir esos procedimientos por varias razones. La principal es que viola el derecho de las personas a tomar decisiones informadas sobre su propio cuerpo. Otra de las razones tiene que ver con impedir las consecuencias que producen esos procedimientos en la vida y en el cuerpo de las personas, y además se trata de procedimientos que son misóginos, machistas, homofóbicos, lesbofóbicos y transfóbicos. Su práctica lo que hace es convalidar una serie de valores ideales normativos a los cuales el activismo intersex se opone. El proyecto también busca asegurar que las cuestiones de diversidad corporal, incluyendo la variación de características sexuales, se incorporen dentro de la ESI, que todas las personas tengan acceso a información clara y verdadera sobre sus características sexuales, que esa información no se le oculte a nadie y que las personas puedan tener acceso a su historia clínica. Que madres, padres, xadres de niñes que nacen con variaciones de las características sexuales, tengan acceso a información, apoyo, asesoramiento y que eso funcione de una manera no patologizante, es decir, que no se patologice la diversidad corporal. 

–¿Por qué lxs médicxs presentan la intervención quirúrgica como única opción?

–Cuando se piensa en intervención no se lo piensa como única opción, se la piensa como el mal menor respecto de otro conjunto de males que son mucho peores pero que, al mismo tiempo, son imaginarios. Por ejemplo, una práctica muy común es la reducción quirúrgica del tamaño del clítoris, a nadie le gusta hacerla pero se considera que es una práctica que previene una serie de males que se consideran mucho peores, que tienen que ver con que esa nena sea discriminada, que la familia la rechace, que nunca tenga novio, que tenga novia, que no le quede más remedio que ser o solterona o lesbiana o las dos cosas. Todo eso está asociado al tamaño del clítoris y es tan grande el temor y la fobia en relación con el género, como con la idea de que crezca y no sepa si es una mujer o un hombre, o que sea una mujer excesivamente masculina, o que no tenga en claro su femineidad. Todo eso tiene tanto peso que se opta por la cirugía, la opción que aparece más atractiva frente a una serie de horrores que son cisheteronormativos. Si una persona quiere modificar su cuerpo tiene que poder entender cuáles son las consecuencias de esa modificación: insensibilidad que muchas veces es irreversible, dolor crónico, infecciones crónicas, problemas metabólicos y una serie de problemas de salud que no vienen con el cuerpo con el que uno nació, sino que están asociado al cuerpo que construye la medicina.

–¿Por qué esas cirugías deben considerarse mutilaciones? 

–Hay muchas formas de ser intersex. El 70% de las personas intersex tienen la misma variación, que es amplia entre sí, pero tienen un cuerpo que se parece mucho. Ese cuerpo está caracterizado, entre otras cosas, por un clítoris más largo que el clítoris promedio, es algo que, por ejemplo, ha sido descripto como clítoris virilizado. Por lo tanto, una de las cirugías más comunes que ha afectado a las personas intersex es la reducción quirúrgica del clítoris. La práctica de cortarle el clítoris a alguien para que pueda ser considerada una mujer tal y como lo prescribe su cultura se llama mutilación genital femenina. La práctica, desde el punto de vista del activismo intersex, es la misma, se trata de cortar el clítoris para asegurar que esa persona va a ser reconocida o admitida como una mujer de acuerdo a los ideales normativos de femineidad en la cultura en la que vive, solamente que se hace en un contexto médico. Se habla de mutilación porque es una práctica mutilante y después hay algo más amplio, hablar de mutilación cuando lo que está mutilado es, por ejemplo, la capacidad de experimentar placer sexual, sentir orgasmos o mantener relaciones sexuales y también se puede expandir a la posibilidad de elegir sobre el propio cuerpo.

Los procedimientos de normalización corporal son denunciados por el activismo intersex como "formas de mutilación genital, tortura y tratos crueles e inhumanos en contextos médicos"

–¿El proyecto habla sobre la necesidad de un cambio en la formación de lxs médicxs?

–El Hospital Garrahan y el Gutiérrez tienen profesionales que trabajan a nivel internacional, lo que pasa es que los protocolos de atención que se utilizan en muchos términos no son compatibles con los principios de derechos humanos. Hay un desfase entre el saber médico y las prácticas médicas y el sistema de derechos humanos. Estamos hablando de prácticas institucionalizadas que, además, están validadas por un saber que viene desde mediado del siglo XX y que en este momento se está intentando revertir, a distintos niveles, trabajando en elaboración de otros protocolos de atención. Pero cuesta mucho, porque la medicina es muy resistente a ser interpelada en términos de derechos humanos, porque cree que terminan en el lugar donde comienza el saber médico. El problema es qué es lo que los médicos saben y qué es lo que prefieren ignorar. Prefieren ignorar los derechos del niño, del paciente, con cuestiones básicas de la perspectiva de diversidad sexual, corporal y de género, y con principios de derechos humanos.

–¿Qué sucede en otros países?

–En Malta existe la única ley en el mundo que prohíbe las prácticas de estas cirugías. En este momento, nuestro proyecto es el único, esperamos que haya otros. Lo que se está estudiando son cambios en protocolos de atención en hospitales de Estados Unidos. El sistema de salud del Reino Unido es tendiente a adoptar una posición similar de suspender la práctica de determinada cirugía. El Estado Argentino se ha pronunciado a nivel internacional a favor de los derechos de las personas intersex.

–¿Qué expectativas tienen con respecto al tratamiento del proyecto?

–Soy optimista de que se trate el año que viene. Tenemos muchas chances de que pueda salir en Diputados, no sé qué pasará en el Senado.
 

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