La lucha de los trabajadores por la libertad de expresión

por Lorena Tapia Garzón
Fotos: Juan Pablo Barrientos
02 de julio de 2019

“No nos callan nunca más”, el primer libro de Tomás Eliaschev, integrante del Sindicato de Trabajadores de Prensa de la Ciudad de Buenos Aires, traza un mapeo de rebeliones hacia adentro de los medios tradicionales, no sólo por las condiciones laborales, sino en la disputa por sus contenidos. La rebelión frente a editoriales nefastas de La Nación, las resistencias en Página 12 y Clarín, la falsa grieta entre trabajadorxs, y la pelea contra el vaciamiento de los medios públicos.

“Porque prensa está de pie, unidad para luchar, a este el gremio no lo callan nunca más”, dice la canción que se convirtió en la arenga de las luchas de prensa de Buenos Aires desde 2013 hasta hoy, y que resuena en cada marcha, en cada conflicto donde las y los trabajadores pelean por sus puestos de trabajo y condiciones laborales. Esa canción es, también, la inspiración que tuvo Tomás Eliaschev para escribir su primer libro: “No Nos Callan Nunca Más. Una historia de libertad de expresión y censura” en la Argentina contemporánea. Un libro que llegó a las librerías en el mes del Día del Periodista, que se conmemora todos los 7 de junio y que, en 2013, fue recuperado como feriado. Un derecho que nos había quitado la dictadura del 76.

Entre las historias que rescata el libro se vislumbra un dato clave: entre los trabajadores no hay grieta. O, más bien, los une una única grieta: la que los separa de sus patrones. Así, desde la lucha por el cierre del Diario Crítica de la Argentina, en 2010 --con algunas resistencias previas en Perfil, Página 12, Clarín y Crónica--, pasando por la pelea por paritarias en 2013 en prensa escrita (después de 37 años de ausencia); el cierre del Grupo 23, la cooperativización de Tiempo Argentino (cuyo antecedente directo es la creación de la Revista Cítrica); las resistencias ante el vaciamiento de los medios públicos; las disputas frente a actos de censura y de contenidos, y el movimiento Ni Una Menos, que nació por iniciativa de trabajadoras de prensa y que se extendió de tal manera que provocó la discusión sobre contenidos machistas y misóginos en los grandes medios.

El libro traza, así, un mapeo de rebeliones frente a un panorama sombrío en los medios de comunicación que se transforman en verdaderos ejercicios de la libertad de expresión. Según el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA), desde que asumió el gobierno de Cambiemos se perdieron más de 3000 puestos de trabajo solo en medios porteños.

El libro surge ante la necesidad de contar historias que suelen quedar ocultas, invisibilizadas, respecto de lo que ocurre dentro de los medios. Es algo que siempre me llamó la atención: la poca difusión que tenían los conflictos dentro de las empresas periodísticas, tremendamente paradojal porque somos trabajadores de la comunicación, y sin embargo nos cuesta enormemente comunicar nuestras necesidades, nuestros anhelos, nuestros reclamos”, comenta Tomás, trabajador de prensa, ex delegado gremial en la extinta Revista Veintitrés (cerró en 2016), y secretario de Derechos Humanos de SiPreBA. 

Somos trabajadores de la comunicación, y sin embargo nos cuesta comunicar nuestras necesidades, anhelos y reclamos

“Es ahí donde me encuentro con que hay un montón de momentos en los que, desde las asambleas, se generan cuestionamientos a los contenidos editoriales de las principales empresas periodísticas, que ocurre sobre todo a partir de la llamada grieta, o de la ruptura entre Clarín y el gobierno anterior, que se extendió mucho en el análisis sobre los medios, y sobre cuál es su rol en la sociedad. Una discusión que está bastante extendida, pero que no hace visible las contradicciones que hay entre trabajadores y empresarios. Y no sólo en cuanto a las condiciones de trabajo, sino también en cómo se hace periodismo y al servicio de quién está la comunicación”, explica Eliaschev.

El libro rememora así cómo se plantaron las y los trabajadores de La Nación frente al editorial titulado “No más venganza”, que horas después de la asunción del presidente Mauricio Macri buscó marcarle la cancha frente a los juicios contra crímenes de lesa humanidad. “Rebelión en la estancia”, se titula el capítulo del libro que muestra cómo, a través de las redes primero, y luego en asamblea, los trabajadores dejaron constancia de su posición a favor de las políticas de Memoria, Verdad y Justicia. El hecho tomó tal dimensión que obligó a la empresa a publicar en el diario y en la web el comunicado de la asamblea junto a una foto colectiva en repudio al editorial. 

Una situación similar ocurrió este año, cuando se manifestaron contra otro editorial titulado “Niñas madres con mayúsculas”, una apología de la violación. El rechazo bajo el hashtag #NiñasNoMadres se propagó rápidamente, incluso entre las trabajadoras del diario que posaron con carteles.

El movimiento de mujeres posibilitó que se rechace la línea editorial de los medios con una fortaleza que en otros casos no se había dado, que es propio de una revolución.

“Los episodios de resistencia tienen que ver con múltiples factores, creo que en definitiva el movimiento de mujeres cambia totalmente esto porque ha posibilitado que se rechace la línea editorial de los medios con una fortaleza que en otros casos no se había dado, que es propio de una revolución. Eso en las redacciones tuvo su correlato y ha permitido que en La Nación se cuestione el editorial “Niñas Madres”; que Silvia Martínez Cassina (conductora en Canal 13 y delegada gremial) convoque al paro de mujeres en vivo, vestida de negro y ejerciendo su derecho a huelga; que en Editorial Atlántida se haya hecho un cuestionamiento a la objetivación de las mujeres que se imparte desde las mismas publicaciones del grupo; que en Clarín se haya cuestionado no solo las relaciones laborales machistas, sino los contenidos de violencia patriarcal que ejercen estos mismos medios, e inclusive han logrado que la empresa responda nombrando a una compañera como Editora de Género (Mariana Iglesias)”, agrega Tomás. 

Respecto de resistencias ante episodios de censura, Eliaschev trae como ejemplos el pronunciamiento que tuvieron los trabajadores de Página 12 y Télam en 2011, cuando en ambos lugares se prohibió nombrar al entonces gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, en noticias sobre el asesinato del campesino Cristian Ferreyra. “Ahí hubo un acto de censura explícito que motivó la necesidad de los trabajadores de rechazarla públicamente”, recuerda.

El legado de Osvaldo Bayer
Prologado por Nora Cortiñas, integrante de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, y por el periodista Alejandro Bercovich, el libro también muestra cómo los trabajadores y las trabajadoras de prensa se las tienen que ingeniar para dar a conocer sus conflictos, que nunca son mostrados por los medios para los que trabajan. Desde el periódico Crítica de los trabajadores, que sacaron autogestivamente para dar a conocer su conflicto en 2010; hasta el portal Somos Télam que lanzaron el año pasado los trabajadores –para poder difundir su lucha contra 357 despidos--, pasando por el Noti Trabajadores que realizan los compañeros de la TV Pública desde hace dos años, como respuesta a su intento de vaciamiento. Son múltiples las experiencias que durante los últimos 10 años llevaron adelante los trabajadores de medios comerciales para difundir sus problemáticas, pero que también se convirtieron en ejemplos de comunicación alternativa.

Durante el conflicto del diario Crítica, con la ley de Medios recién aprobada, Osvaldo Bayer propuso que el diario se convirtiera en cooperativa. Incentivados por sus palabras, un grupo de trabajadores decidió continuar en ese camino y el 30 de septiembre de ese año fundó la cooperativa Ex Trabajadores del Diario Crítica, editora responsable de la Revista Cítrica.

El conflicto de Crítica fue importante en cuanto a las discusiones sobre la comunicación y la propiedad de los medios

“Ese conflicto fue un parteaguas en el gremio de prensa. En primer lugar porque permitió recuperar la autoestima de sus trabajadores, cuya organización estaba casi ausente desde el 2000, cuando Clarín despidió a toda su comisión interna y a 117 trabajadores. Fue el antecedente de la creación del SiPreBA (del que Bayer fue secretario General Honorario) y el renacimiento de la vida sindical, pero también fue importante en cuanto a las discusiones sobre la comunicación y la propiedad de los medios”, remarca Eliaschev, que destaca también el rol de los medios autogestivos y comunitarios. 

“Me parece que así como decíamos que a veces se generaba una falsa grieta entre los trabajadores y las empresas donde trabajan, también existe una falsa grieta entre los trabajadores de los medios tradicionales y los medios populares, autogestivos, cooperativos. Me parece que hoy eso ha quedado muy atrás, que nadie puede discutir que muchas veces en los medios comunitarios encontramos mayores niveles de profesionalidad o de credibilidad que en los medios comerciales. En segundo lugar, me gusta la idea de pensar que cuando los trabajadores de una empresa periodística tradicional llevan adelante una lucha en defensa de sus derechos adoptan los métodos de la contrainformación, de los medios alternativos. Entonces ahí vemos las comisiones internas o las asambleas haciendo blogs, teniendo perfiles en facebook, instagram o twitter, haciendo afiches, tomando los logotipos de la empresa para hacer su propia comunicación. Esa es comunicación alternativa, porque es una comunicación que no es mercancía, que forma parte de una agenda que está siendo invisibilizada por los grandes medios, por quienes se adueñan de la palabra. Hay ahí una potencia muy grande para repensar el periodismo”.

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