La vida en peligro

por Miguel Grinberg
20 de octubre de 2018

La desconexión con el mundo natural, la pérdida del control de la producción de alimentos y haber considerado al cuerpo humano y a la naturaleza como máquina son tres profanaciones que ponen en riesgo la vida en la Tierra.

Hoy comer no es necesariamente nutrirse, y nutrirse no es necesariamente padecer. Pero la estructura mercantil en la cual estamos nos incide de manera tal que todos tenemos el NO rápido y sabemos muy concretamente contra qué estamos, pero a la hora de estar a favor de algo nos resulta más difícil porque para eso, también tenemos que re-aprender a estar CON OTROS. Y estar «con otros» es algo que tampoco se fomenta en el proceso educativo que más que nada es un proceso de desnaturalización.

Dos cosas estamos padeciendo: esa desnaturalización y al mismo tiempo una descomposición de nuestros poderes naturales. Y eso de lo «natural» no es apenas irse a vivir a la montaña o a orilla del mar o tener una huerta orgánica en el jardín, sino que tiene que ver con una re-conexión con los ciclos de la vida universal, que son precisamente los que albergan toda la información básica que precisamos para convertir nuestra existencia cotidiana en una artesanía, y no en un ejercicio de sobrevivencia.

El tema de control de los alimentos de consumo masivo es fundamental, pero nunca aparece como tema de las campañas electorales.

La segunda «profanación» que cometimos fue que perdimos el control de la producción de alimentos. La mayoría de la gente no tiene idea de los procesos a los que son sometidos los vegetales y las frutas que se consumen. Se desconoce a partir de qué tipo de semillas se producen, cómo se combatieron las plagas, qué fertilizantes e insecticidas se aplicaron o con qué tipo de agua se los regó...

El agua de riego es tan fundamental que en 1989 mi familia y yo volvimos de Miramar infectados con hepatitis A, como muchos otros veraneantes. ¿Por qué? Porque en las quintas de allá regaban las verduras con agua contaminada por vertidos cloacales. ¡Y qué frescas lucían las ensaladas que comimos! El tema de control de los alimentos de consumo masivo es fundamental, pero nunca aparece como tema de las campañas electorales. Entretanto, hay urbanistas que promueven hoy la incorporación de huertas orgánicas y eco-granjas en el seno de las grandes ciudades. En Nueva York ya funcionan 700 huertos comunitarios.

Y la tercera «profanación» es haber considerado que tanto la Naturaleza como el cuerpo humano son máquinas. No precisamos leer algún tratado sobre ello, porque sabemos que no son máquinas. Que se trata de un Todo holístico, armónicamente en sintonía con las energías del universo, y que por más que ahora nos ofrezcan el trasplante de órganos, y por más que se suponga que la tecnología y la ciencia pueden reponer segmentos arruinados de la Naturaleza, se trata de una misión imposible. Hemos llegado a un punto donde resulta urgente remodelar completa y radicalmente la cultura reinante.

Cuanto antes despertemos, menos pesadillas tendremos que atravesar.

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