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La batalla de las treinta horas

por Mariana Aquino
23 de enero de 2016

A veintisiete años de la toma del regimiento de La Tablada, aún quedan hechos no esclarecidos: torturas, desapariciones en democracia y el mito de las conspiraciones. ¿Qué pasó ese día? ¿Quiénes ganaron?

El 23 de enero de 1989, 46 militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP) ingresaron al Regimiento de Infantería Mecanizado 3 General Belgrano (RIM 3) en La Matanza e iniciaron un intento de insurrección, para algunos; una enfrentamiento demencial, para otros: el Copamiento de La Tablada.

Cítrica dialogó con Pablo Waisberg, uno de los autores de
La Tablada, a vencer o morir, la última batalla de la guerrilla argentina. Un libro que resulta de lectura obligada para entender las múltiples facetas de un conflicto armado a pocos años de restablecida la democracia en el país.

“El plan era entrar como carapintadas para desorientar a los militares, ocupar y  controlar el cuartel, y salir a decir que un grupo de militantes políticos había frenado un alzamiento militar. Después reclamarle a (Raúl) Alfonsín posturas más fuertes respecto de los militares y cuestionar sus políticas económicas con viraje a la derecha. Una vez en Plaza de Mayo pedirían cambios de fondo pero no se sabe qué cambios. No tenían un plan claro”, comenta Waisberg.

El periodista, junto a Felipe Celesia, narra las principales acciones en esas más de treinta horas que duró la toma del regimiento de La Tablada, y los orígenes y motivaciones de los militantes del MTP que ingresaron, la mayoría de ellos sin ningún entrenamiento militar: “Sigue pasando que La Tablada se lee como una situación de oscuridad. Es muy complejo entender que una organización política haga un montaje de un hecho que no existe para traccionar un levantamiento de masas”.


Las
treinta horas en el cuartel
La hipótesis del ideólogo, el líder del MTP y antiguo cuadro del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Enrique Gorriarán Merlo: los militares ofrecerían una resistencia mínima a la toma, ganarían con el factor sorpresa de su lado y el resto correría por cuenta del apoyo de la sociedad a la causa. Primaba la idea de “hacer política a través de una operación armada”, reflexiona Waisberg.

De hecho, muchos militares estaban de vacaciones. En el cuartel de La Tablada había 120 personas, de los cuales el 80 por ciento eran soldados conscriptos que entraban de baja en esos días. “En un asalto por sorpresa, con una relación de 1 a 3 que favorece a los asaltantes, terminan perdiendo”.

La operación no salió como la habían planificado y los militares recuperaron el cuartel con artillería pesada. De 46 militantes que participaron del asalto, dos son desaparecidos el mismo 23 de enero; de los 15 que se rinden adentro del cuartel el 24, dos desaparecen. Afuera son atrapados seis militantes del grupo de agitación y uno más, que era parte del plan político posterior.

“Lo extraño del asalto es que quienes lo planificaron tenían formación militar guerrillera. Algunos eran de los militantes políticos más formados militarmente del país, pero sólo el 30 por ciento de los que ingresaron tenían formación militar. Contamos en el libro que se suceden varias situaciones que demuestran la falta de experiencia”.

Los militantes del MTP fueron a la acción sin la logística necesaria: sólo un tercio tenía preparación militar, no entrenaron previamente y la comunicación por transmisores portátiles falló desde el principio. Sumado a que el secretismo de la operación les jugó en contra.


“No hubo conspiración”
Para Waisberg, la teoría de un plan militar para armar un golpe fue perdiendo fuerza con el paso de los días. “La toma se basó en una mentira: no había una conspiración militar, y eso lo sabían todos los que entraron. Iban a empujar una situación política”.

Waisberg también descarta la participación del radical Enrique Coti Nosiglia en la toma. “Las teoría conspirativas son tentadoras porque cierran pero en este caso no lo vemos. Había relaciones entre los militantes de EMP y el Radicalismo pero conspiración no”.


El retorno de los demonios
En cuanto a las coberturas periodísticas durante la toma y la línea editorial de los medios de comunicación posteriormente, asegura que, en general, “jugaron muy fuerte a favor de la teoría de los dos demonios”.

“Muchas situaciones donde se produjeron violaciones de derechos humanos (torturas, desapariciones) hacia los militantes del asalto no fueron denunciadas, salvo en algunos medios como en El Porteño o en Página 12. El resto siguió el corrimiento hacia la derecha de la sociedad en ese momento.”

En términos políticos, el grupo de Gorriarán no fue el único derrotado tras la toma. El MTP, un partido chico de 500 militantes en todo el país, desaparece; y el gobierno se ve más debilitado. “Alfonsín queda atrapado por lo que se definía en ese momento como el partido militar y los sectores más conservadores de la derecha argentina se robustecen”.

“Cuando termina el conflicto, Alfonsín va al cuartel y tirotean el helicóptero diciéndole que había francotiradores. El Ejército le dio un mensaje claro: no te matamos porque no queremos. Incluso lo hicieron bajar lejos del cuartel, llegó transpirado y agitado. Todo un gesto para entender quiénes habían ganado esa batalla”.