Histórico día para los pueblos originarios de Córdoba

El Caminar y el Silencio de la “sangre vieja”. Las comunidades originarias de Córdoba y familias que están en proceso de formar su comunidad marcharon masivamente y leyeron un documento-manifiesto, al que también adhirieron organizaciones ambientales, socioterritoriales y políticas, que denuncia la violencia colonial y etnocida en esa provincia.

Por Pablo Reyna, Nawan Menor de la Comunidad Timoteo Reyna, del Pueblo Camiare-Comechingon.

Un hecho histórico tuvo lugar en la ciudad de Córdoba este pasado 17 de septiembre. Representantes de una treintena de comunidades originarias, de los pueblos Sanaviron, Ranquel/Rankvlche, Comechingón/Kamiare/Cami, caminamos por la capital de una provincia que se construyó discursivamente como “libre de indios” (1).

Niños y niñas, ancianos y ancianas de nuestros pueblos y venidos de diferentes puntos provinciales, nos juntamos desde temprano en la Plaza Kamichingon (2). Abrazados a hermanos y hermanas de otros pueblos (huarpe, mapuche, guaraní, etc.), y rodeados por organizaciones y asambleas ambientales, instituciones educativas, centros de estudiantes y organizaciones políticas de izquierda, realizamos desde temprano una conferencia de prensa. Allí, las autoridades de cada comunidad narraron a la prensa en primera persona la violencia etnocida y colonial de las que somos testigos en los territorios y que se ha recrudecido en el último año.

Los acontecimientos de intimidación perpetrados contra diversas comunidades en los últimos meses (cortado de alambres y venta ilegal de terrenos de la Comunidad Canchira; violencia de género, matanza de animales e implantación de explosivos en las viviendas de la Comunidad Pluma Blanca; imputación de referentes de las comunidades Ticas; imputación de autoridades de la Comunidad Tulián y destrucción de sitios sagrados en San Marcos; trazado de autovías por medio de la Comunidad Las Tunas, y un largo etcétera) produjeron que desde las familias y comunidades lleguemos a necesarios consensos y acuerdos para visibilizar lo que denominamos violencia colonial enmarcada dentro de una política claramente etnocida.

¿Y por qué hablamos de etnocidio? Es que todas las acciones llevadas adelante por municipios, comunas, empresarios, sectores inmobiliarios no se agotan en destruir el 3% de monte nativo, sino que atentan contra las identidades de nuestros pueblos. Convivimos en nuestros territorios con guardianes del agua, de los árboles y plantas, de los animales; con espíritus de los vientos: con piedras y lomas sagradas; y con nuestros muertos y muertas, que enterrados en este suelo, nos permiten recordar, rememorar y volver a reconstruir nuestra identidad como pueblos no del pasado, sino, con proyección al futuro. Es por ello que hablamos de una política, más que ecocida, etnocida. Porque una vez más, las políticas coloniales quieren hacernos desaparecer.

Quizás muchos y muchas piensen que este tipo de políticas terminaron cuando se empezó a construir el Estado y la nación, allá por 1810. Al contrario nosotros y nosotras entendemos que esa nueva forma de administrar el poder, ahora de manera moderna y “democrática”, no es más que un disfraz que se pusieron los sectores blancos y blanquedos para seguir consolidando el colonialismo. Nada ha garantizado para nosotros y nosotras el Estado argentino más que la continuación de las penurias y los maltratos a los que habían sido sometidos nuestros antepasados.

Sin embargo, ante la presión del movimiento indígena organizado, en los últimos años, los Estados han sancionado un conjunto de normativas, conocidas hoy como “derecho indígena”, que en Córdoba no se consuman ¿Y por qué no se cumplen? Porque lamentablemente, esta provincia, se ha construido negándonos: jueces, fiscales, policías, administradores de esta Estado aún colonial, niegan rotundamente estos derechos, que si bien no son la panacea, nos permitirían vivir con más dignidad. Es por ello que uno de las exigencias desde las comunidades es capacitación obligatoria para todos los funcionarios públicos en derecho indígena.

Desnudando el carácter etnocida y colonial que subyace en los imaginarios y prácticas del Estado provincial, es que decidimos revitalizar un largo legado de política indígena. Así fue que llegamos a este 17 de septiembre: parlamentando entre las comunidades del presente y retomando la senda que nos dejaron, en distintos tiempos, nuestros antiguos y antiguas. Porque desde inicios de la invasión ibérica, y hasta hace 1880-1900, nuestras autoridades presentaron resistencia ante los proyectos políticos (también) etnocidas y coloniales de otros tiempos. Los nawanes y naviras Olayon, Achala, Felipa Ongamira, Arabela, Francisco Tulián, Lino Acevedo, Félix Reyna del pueblo Comechingpon/Kamiare/Cami; los lonko ranqueles/rankvlche Ramón Cabral “El Platero”, Yanquetruz y Panguitruz Nger; los charabas sanavirones Uchichín y Saldan Inchín, entre tantos otros y otras, llevaron adelante la defensa de nuestros pueblos y nuestros territorios. Y hoy nosotros, sus hijos e hijas, en su memoria, con aciertos y errores, caminamos este bajo la consigna “nos tocan a una comunidad y nos tocan a todas”.

Luego de la conferencia de prensa, en la que tomaron la palabra nuestras autoridades de la treintena de comunidades que nos hicimos presente, y en la que se profundizó la caracterización de las violencias coloniales y etnocidas que venimos sufriendo en este tiempo, y de una ceremonia de pedido de permiso, comenzó la caminata.

Caminata que decidimos no sea marcha. Porque los pueblos indígenas hace años que caminarnos por este, nuestro territorio. Y nuestro paso, a diferencia del andar “marchando”, es sigiloso y prudente, pues pisamos nuestra madre, con cuidado y permisos de por medio. Permisos que hoy muchos llaman ceremonias.

Caminata que contó con cerca de 3000 personas que, sensibles ante tantos atropellos, decidieron acompañarnos respetuosamente, con sus colores y corazones.

Y ese caminar nos llevó hasta la zona céntrica hacia un un escenario montado simbólicamente frente el monumento a Agustín Tosco. Y allí fue, donde luego de nombrar nuevamente a cada comunidad, hicimos Silencio.

Silencio, por aquellos que no están en cuerpo, pero que nos acompañaron estos días en los sueños y visiones, o volando durante el viaje a la ciudad en forma de águilas y cóndores al lado de los vehículos.

Silencio, por la “sangre vieja” que nos precedió y dio la vida, como expresó el nawan de la Comunidad Pluma Blanca, Carlos López.

Silencio, que intentó decir ¡basta! en un lenguaje ajeno a la ciudad, pero necesario para la humanidad.

Silencio, que dignamente, esas tres mil personas que nos acompañaron, interpretaron como un grito antiguo, de 448 años

Silencio, que brotando de adentro para afuera en forma de llanto contenido, nos encontró hermanados y unidos, con la mirada aguada y las panzas llenas de emociones.

Así fue, que luego de ese suspiro de décadas, y con el corazón rebosado de sensaciones, leímos el documento-manifiesto, firmado por la gran mayoría de las comunidades de Córdoba y por familias que están en proceso de formar su comunidad. Ese documento-manifiesto, al que también adhirieron organizaciones ambientales, socioterritoriales y políticas, y que se resume en que necesitamos con urgencia se termine con la violencia colonial y etnocida en Córdoba.

Ya, cuando la luna llena salió a sonreírnos, remontamos el camino a nuestras casas. Felices y cansados, pensativos y seguras, de que la llama encendida, es el inicio de un nuevo caminar.

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(1) En 1989 el por entonces gobernador Eduardo Angeloz expresó esta intrépida frase, que consustanciaba décadas y décadas de políticas de invisibilización y negación. De hecho la última legislación referida a nosotros en tanto originarios fue la Ley de Expropiación de Reducciones Indígenas en 1885 que sancionó el Estado Provincial. Recién en 2015 el Estado legisla nuevamente sobre lo indígena y crea el Consejo Indígena de Córdoba por medio de la Ley 10.316

(2) Ex Plaza Colón, rebautizada hace años por la Comunidad del Pueblo de La Toma del pueblo Comechingon.

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