¡Están cagando a palos al periodismo!

07 de junio de 2025
Revista Cítrica

En el AMBA el 70% de quienes ejercen el periodismo gana por debajo de la línea de pobreza y más de la mitad debe tener dos o más trabajos para subsistir. La precarización, sumada a agresiones y hostigamiento oficial, configura un escenario crítico para la libertad de expresión. Con represión en las calles, violencia digital y medios asfixiados económicamente, informar se ha convertido en un acto de resistencia.

En la Argentina ejercer el periodismo implica atravesar un escenario cada vez más hostil. No se trata solo de bajos salarios o precarización laboral: el oficio enfrenta un clima político que combina desprestigio deliberado, agresiones directas y estrategias para asfixiar económicamente a medios y trabajadores, sobre todo a los medios independientes.

La reciente Encuesta Integral SiPreBA 2025, realizada a más de 1100 trabajadores y trabajadoras de prensa del Área Metropolitana de Buenos Aires, en su mayoría de la Ciudad de Buenos Aires, -casi un 20% del total de la actividad-, expone con crudeza la situación. El 70,45% percibe ingresos por debajo de la línea de pobreza, mientras que el 55,2% debe recurrir al pluriempleo para intentar alcanzar un ingreso digno. La multiplicidad de trabajos no siempre alcanza: el 43% continúa en la pobreza incluso sumando todos sus empleos, y apenas un 4,8% logra cubrir sus necesidades básicas con su principal salario.

Detrás de estas cifras hay realidades cotidianas que desdibujan la imagen tradicional del periodista. El 45% de quienes respondieron tiene título universitario, pero se ve obligado a sumar changas, trabajos informales o empleos en otros rubros: desde albañilería y venta de comida hasta conducción en aplicaciones de transporte y delivery. A esto se suma una transformación acelerada por la incorporación de inteligencia artificial en el 66% de las empresas de medios, con impactos aún inciertos en las condiciones de trabajo y en la calidad informativa.

El escenario ahoga a medios cooperativistas, populares, independientes, alternativos. No hay proyectos, concursos ni pauta para quienes tenemos una voz crítica hacia el gobierno de Javier Milei, mientras que en CABA tampoco se encuentra nada que amortigüe esta realidad. INAES, por ejemplo, se encarga de potenciar cooperativas de trabajo pero nada hace por la prensa cooperativista que busca pluralidad de voces en Argentina. Todo está vaciado para las deudas externas, la “macro”, mientras el día a día es aterrador.

En paralelo, la encuesta confirma un deterioro del clima para la libertad de expresión: el 86,3% de los encuestados considera que esta empeoró bajo el gobierno de La Libertad Avanza. El 27% sufrió agresiones en el último año, un tercio de ellas vinculadas a episodios de represión y un 20% a ataques de funcionarios. El hostigamiento digital es abrumador: el 78% de los ataques se dio en redes y plataformas online.

Incluso FOPEA denunció que el año pasado 56 de los 179 casos registrados de ataques contra periodistas, fueron propiciados por el Presidente Javier Milei.

No hay caso concreto que el ataque directo al fotógrafo Pablo Grillo el pasado 12 de marzo alrededor de las 17 en el Congreso de la Nación donde cubría cómo la Gendarmería reprimía manifestantes, en especial jubilados. Bajo las órdenes de Bullrich, casi muere, aún lidia con secuelas graves por el tubo de gas que le impactó en la cabeza y, a pesar de que está todo a la vista, no hay ni un solo funcionario o efectivo preso. El gendarme Héctor Guerrero sigue tranquilo en su casa, a Pablo le destrozaron la cabeza, estuvo en coma y nunca más será el mismo.

Estos datos no ocurren en un vacío. La estrategia oficial hacia el periodismo combina el desprestigio verbal con acciones concretas: eliminación y concentración de la pauta oficial en medios aliados, demoras en pagos estatales a proyectos autogestivos, y la práctica de “marcar” públicamente a periodistas incómodos. Funcionarios como Santiago Caputo y Manuel Adorni han apuntado en reiteradas ocasiones contra trabajadores de prensa por ejercer herramientas básicas del oficio: preguntar, registrar, documentar.

En las calles, la hostilidad se traduce en represión y detenciones direccionadas. Coberturas en el Congreso, especialmente en las rondas de protesta de los miércoles, se han convertido en espacios de riesgo para reporteros y reporteras.

El efecto combinado es claro: salarios de pobreza, inestabilidad, desgaste físico y mental -con un 27% del sector reportando problemas de salud como ansiedad o depresión- y un clima de amenaza constante contra quienes buscan informar.

En este contexto, el ejercicio del periodismo no sólo enfrenta el desafío de sobrevivir, sino también el de sostener su función esencial: garantizar que circulen voces diversas, visibilizar a quienes carecen de representación política y denunciar abusos de poder. Son tiempos adversos, pero también decisivos. Porque sin periodismo libre, no hay democracia que pueda sostenerse.