La precarización en tiempos de Coronavirus

por Lorena Tapia Garzón
Fotos: Juan Pablo Barrientos
18 de marzo de 2020

El mundo está en emergencia sanitaria. El virus COVID-19 puso en jaque el sistema capitalista tal cual lo conocemos. ¿Qué pasa cuando las medidas de prevención precarizan aún más a les más precarizades? ¿Qué pasa con quienes no tienen derechos laborales? ¿Qué hacer con quienes si no trabajan no comen?

El Estado declaró medidas de distanciamiento social: cerró las fronteras, canceló eventos masivos y ferias, suspendió las clases por 15 días, otorgó licencias con goce de sueldo para personas mayores de 60 años, para embarazadas, para grupos en situación de riesgo y para personas con hijes que no tienen quién les cuide. Todas medidas para prevenir contagios del virus COVID-19 que puso en jaque al mundo entero y que ya se cobró miles de vidas. Pero las medidas no alcanzan a les trabajadores sin derechos, a precarizades, a monotributistas, a vendedores ambulantes, a les caídes del sistema. En definitiva, a quienes si no trabajan no comen.

Cítrica habló con trabajadores que no están en relación de dependencia, que no tienen vacaciones, ni aguinaldo, ni licencias, que ganan el mango día a día. Y que, a pesar de la incertidumbre, se organizan para encontrar el modo de salir de esta emergencia en forma solidaria.

“Estamos todes expectantes de las noticias, de los anuncios oficiales, pero no hay ninguno que nos hable a nosotres, les precarizades, les mototributistas. Estamos en una situación de desprotección total”, dice Sabrina Alcatena, de 35 años. Sus principales ingresos son dar clases de yoga, un trabajo informal porque si no da clases no cobra y, por ende, no come; ni paga el alquiler, ni los servicios, mucho menos el monotributo que sostiene para otro de sus trabajos: ser acompañante terapéutica dos veces por semana.

“La semana pasada ya me suspendieron algunas clases particulares porque están en cuarentena, y a medida que pasan los días la situación se agrava, mi trabajo está en la cuerda floja más que antes”. Y dice que a todo esto se suma a la crisis que viene de arrastre por las medidas de ajuste de los últimos cuatro años. “Es una situación desesperante”.

Sabrina es parte del colectivo Monotributistas Organizadxs, conformado por trabajadores freelance y precarizadxs que se organizó en los últimos meses tras el aumento del 51% en el monotributo que se dio en enero. Como la mayoría son trabajadores independientes, vienen reclamando por el cobro de impuestos altísimos en el monotributo.

“Es un régimen que es una estafa, de vulnerabildad y de precarización laboral. Es un impuesto al laburo, un peaje que el Estado nos cobra para tener la posibilidad de trabajar. Y si no trabajamos, no cobramos, pero sí tenemos que pagar el monotributo. Si no lo hacemos, nos endeudamos con la AFIP”. El que habla es Rodolfo Fucile, de 41 años, ilustrador y también miembro de Monotributistas Organizadxs.

A raíz de la pandemia del coronavirus, desde el colectivo lanzaron una campaña en Change.org para juntar firmas y exigir al ministro de Trabajo, Claudio Moroni, y al presidente Alberto Fernández que suspenda el pago del monotributo para trabajadorxs, seguro de desempleo para monotributistas independientes y licencias para lxs contratatadxs bajo la modalidad de monotributo (relación de dependencia encubierta). Pero también exigen que las obras sociales, para las que aportan a través del monotributo, los atienda de forma irrestricta más allá de la situación del aportante en la AFIP.

"El Gobierno no piensa cómo queda una mujer discapacitada y enferma sin poder laburar."


“Se nos impone una obra social obligatoria, que en la categoría mínima hoy son $1000, y es una obra social que generalmente no nos atiende, y que ante alguna falta de pago nos da de baja, pero el Estado, la AFIP, nos la sigue cobrando, esa es la mayor estafa existente, eso va a un pozo negro”.

Ante las restricciones de los últimos días para controlar la pandemia, Rodolfo se quedó sin otros trabajos precarios con los que cubría algunos gastos. “Tengo mi laburo de ilustrador que viene en picada hace tiempo, pero que lo podría hacer a distancia. Pero ahora tengo restricción en espacios de venta y de talleres, que me sirven para complementar los bajos ingresos”.

La organización entre trabajadores precarizades, que están aisladxs entre ellxs mismos, es una forma de contener una situación que ya venía complicada por la crisis y que tiende a complejizarse minuto a minuto.

Lo mismo sucede con les vendedores de Once. Thalía tiene 56 años, vende panes de yema cerca de la estación. A la cotidiana persecución de la policía de la Ciudad, que reprime a les trabajadores y les quita la mercadería con la que llevan el pan a sus casas cada día, se sumó ahora el cierre de los galpones autorizados para vender. “Me siento muy indignada, muy preocupada y abandonada por parte del Gobierno que no piensa cómo queda una mujer discapacitada y enferma sin poder laburar. Yo tengo que comprar mi medicina, pagar el alquiler, mi alimentación, ¿de dónde saco yo?”.

Thalía dice que tiene miedo, mientras la policía les persigue. Gracias a la organización de les vendedores es que pueden hacer visibles sus reclamos y hoy podrían retirar la mercadería que les quedó incautada adentro de los galpones que el Gobierno de la Ciudad cerró ayer. La preocupación, dice, no sólo está relacionada con la falta de trabajo sino con qué hacer con les hijes que ahora no van a la escuela. “Sin contar que los súper solo tienen venta de productos de primeras marcas, de segundas marcas que es lo que podemos comprar ya no hay nada”.

El Gobierno anunció el otorgamiento de una suma adicional en la Asignación Universal por Hijx y los planes sociales (Hacemos Futuro y Sueldo Social Complementario). Por otra parte, la tarjeta Alimentar se seguirá entregando a través del Correo Argentino. Pese a las medidas oficiales, el trabajo informal es el más vulnerable

“Yo sé que si salgo me puedo contagiar o contagiar a mis hijos, pero si no salgo no tengo con qué darles de comer."

Valeria Quinteros tiene 42 años, está separada, es mamá de dos chicos de 18 y 13 años y es trabajadora de casas particulares. En medio de la incertidumbre generalizada y de la suspensión de clases, su preocupación es no poder seguir trabajando y, por ende, no tener con qué comer. “Trabajo por horas en cuatro casas, los chicos se quedan solos en mi casa mientras no estoy, no me queda otra”, dice. Y cuenta que toda su familia está en la misma situación: “Mi mamá tiene 66 años y también trabaja en la limpieza en casas de familia. No se puede tomar licencia porque si no trabaja, no cobra. Mi papá y mis hermanos igual, trabajan en la construcción y cobran por semana. Si no van, no cobran”. Valeria piensa un poco más y luego agrega: “Yo sé que si salgo me puedo contagiar o contagiar a mis hijos, pero si no salgo no tengo con qué darles de comer. No sé para dónde correr”.

Antonella D’Alessio es psicóloga y cofundadora de la Red de Psicólogxs Feministas. Cuenta que empezaron a atender por video llamadas pero que, una vez más, la dificultad está en las poblaciones más vulnerables. “Nuestra preocupación recae en nuestro método de trabajo ya que como terapeutas necesitamos un espacio cerrado en el que trabajamos con una persona generalmente cara a cara”, dice. Y agrega: “Más allá de esta situación, estamos viendo cómo hacer para no perder nuestros ingresos dado que nuestra situación laboral es precaria y de no ir a trabajar nuestros ingresos básicamente desaparecen”.

Pero eso no es todo. “Nuestra preocupación también está puesta en la continuidad de tratamientos para muchas personas que por situaciones de vulnerabilidad social, económica, política, no están en condiciones de sostener un tratamiento por video llamadas. También pensamos en los servicios que se dan dentro de una institución, como los programas que trabajan con mujeres, niñas, niños y adolescentes en situación de vulneración social y de violencia. Esta situación es muy grave porque esas personas van a quedarse probablemente sin tratamiento por algunas semanas en los momentos en los que más se necesita. Ya sabemos que en situaciones de crisis aumentan en muchas ocasiones los casos de agresiones sufridas en contexto de violencia doméstica, por ejemplo”.

En situaciones de crisis aumentan en los casos de agresiones sufridas en contexto de violencia doméstica.


Antonella también se refiere a las tareas de cuidado de niñes y adultes mayores, que recaen sobre todo en las mujeres y que se profundiza con la suspensión de clases y cierre de instituciones. “Queremos llamar la atención de todas, todos y todes de cuidarnos entre todes, de repartir, compartir y solidarizarnos con aquellas personas que tienen trabajos muy precarios y a quienes esta situación les afecta mucho más”.

En este sentido, el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación hizo hincapié en las desigualdades en las tareas de cuidado y por las que el Gobierno dictaminó las licencias para que madres o padres se ocupen del cuidado durante la cuarentena. También advirtió sobre el aumento de los casos de violencias machistas provocadas por el aislamiento social forzoso. Y recordó que ante casos de violencia se puede llamar gratis a la línea 144, las 24 horas y los 365 días del año.

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