Un tal Tano Cascioli

por Miguel Grinberg
24 de junio de 2017

El ilustrador gráfico Andrés Cascioli salió de escena en 2009, pero su obra y su talento perduran en la memoria de quienes aprecian sus caudales de creatividad. En otro aniversario de su fallecimiento, lo evocamos con la ayuda de Carlos Ulanovsky, Eduardo Anguita y Hugo Paredero.

Andrés Cascioli nació en Avellaneda en 1936. Percibió con nitidez sus talentos y pasó a abrirse camino como diseñador gráfico y dibujante de historietas. Asumió cargos ejecutivos como director de arte en varias agencias de publicidad. En dúo con su colega Oskar Blotta, fundó en 1972 una revista de humor político bautizada Satiricón (aguda publicación sobre la cual cayó la censura). La misma paró de existir durante el gobierno de Isabel Perón, pero Cascioli no cedió terreno: en junio de 1978 empezó a publicar Humor Registrado, donde satirizó al extremo a la clase política argentina y al gobierno militar implantado en el país dos años antes.

Por su inspiración y agudeza, la revista –que fue reclutando a la flor y nata de los dibujantes de historietas en la Argentina– creció espectacularmente en páginas, periodicidad y tiraje: pasó de mensual a quincenal y alcanzó tirajes de 330 mil ejemplares, convirtiéndose en una empresa bautizada como Ediciones de la Urraca. Con picardía sin igual, Cascioli supo driblar las iras de la Junta Militar gobernante.

El emprendimiento creció y creció, y creó a la vez más publicaciones originales y exitosas, como Humi (para niños), Superhumor, Fierro, El Péndulo (ciencia-ficción), Mutantia y El periodista de Buenos Aires. En los albores (1982) de la restauración democrática nacional la revista principal del grupo editorial mereció en Italia el premio a la Mejor Revista Satírica del Mundo. En 2005, Cascioli publicó una magna antología titulada “La revista Humor y la dictadura”, selección de las más rotundas páginas de esa publicación legendaria.

Con la democracia llegó el colapso. Así lo explicó Tomás Sanz, jefe de redacción de Hum®: “Una cosa era cuando todos estábamos contra los militares y otra fue cuando llegó la democracia. Porque los peronistas nos veían como gorilas, los radicales suponían que teníamos que acompañarlos en su gestión y la gente de izquierda se dio cuenta de que nosotros muy de izquierda no éramos. Así fuimos perdiendo lectores.” La revista cerró en octubre de 1999 y la Urraca fue derrumbándose. Cascioli, en1996, coordinó el proyecto para la edición argentina de la revista Rolling Stone, editando sus nueve números iniciales. Nunca fue de los que bajan los brazos ante la adversidad.

 

Lo que la democracia nos sacó

Por Eduardo Anguita

Descubrí la revista Humor recién en 1981. Hasta entonces, desde unos años atrás, la única información periodística que tenía a mi alcance eran La Jornada y Chubut, cuyos ejemplares llegaban prensados en dos maderitas con mariposas en cada extremo para que los diarios no se desflecaran. Es que la censura recortaba con toda prolijidad cualquier artículo que resultara peligroso para los presos políticos que estábamos confinados en el penal de Rawson. Humor lo dejaron pasar a mí tía Delia en una visita que me hizo. Y quién sabe por qué. Quizá el nombre les parecía inofensivo. La cuestión es que cuando leí algún artículo del Negro Dolina, Carlos Ulanovsky, Hugo Paredero o Enrique Vázquez me di cuenta de que pasaban muchas cosas muy lejos de donde estábamos. Por entonces, no tenía ni idea de que el periodismo iba a hacerme un lugarcito.

Apenas cinco años después, Mona Moncalvillo me invitó a cenar al departamento que el Tano Cascioli tenía arriba de la redacción de La Urraca. Yo estaba casi mudo. Tenía frente a mí al hombre que dirigía una revista que se distribuía en plena dictadura de a paladas, decenas de miles de ejemplares. Recuerdo que observaba todos sus movimientos, sus gestos. Me pareció entonces que sus rasgos estaban presentes en todas sus ilustraciones. El Tano tenía una cara para ser dibujada. Unas expresiones exageradas, tal como las tapas de Humor. Luego tomé contacto con Tomás Sanz, el jefe de Redacción, un tipo muy amable, aunque siempre lo veía concentrado, con el ceño fruncido, no malhumorado sino deshumorado. Para mí fue una emoción muy grande poder meter unas colaboraciones y ver mi firma estampada en esa revista que me había deslumbrado años atrás en un contexto tan distinto.

La Urraca sufrió mucho. Quedó sin alas, sin revistas. La fama de cleptómana del ave le jugó una mala pasada al Tano Cascioli. Humor, El Periodista de Buenos Aires, las naves insignias de ese emprendimiento capitaneado por Cascioli, se hundían. Qué raros son los procesos: el Tano había navegado en las aguas de la dictadura más criminal de la Argentina sin saber a qué puerto llegaría. Tuvo un gran éxito y, sin embargo, años después no había lugar para esas revistas. En plena democracia. 

El Tano no se abatió. Tuve el gusto de tratarlo bastante en los últimos años. Se dio el gusto de sacar El Cacerolazo cuando se produjo la crisis de 2001. Hizo exposiciones, como la genialidad de 30 años de Humor político, Ya estaba enfermo y peleó hasta el final. Me emociona recorda al Tano y a esos años donde todo parecía negro y las tapas de Humor eran una estrella en el firmamento.

 

Aquel viejo periodismo

Por Hugo Paredero

Entré en Humor en marzo de 1979, número 12. Trabajé 20 años en la revista. Los primeros quince laburaba en mi casa, a la redacción (calle Piedras, primero, Salta después, Venezuela al final) solo iba para llevar las notas mecanografiadas en hojas grilladas, retirar correspondencia, comer con los compañeros, etc... y los últimos cinco años, en que estuve a cargo de la sección picadillo circo trabajaba en la oficina. O sea, tenía trato diario con Andrés. Siempre trabajé con total libertad en Humor. Eso es lo primero que tengo para agradecerle tanto a Cascioli como a Tomás Sanz, jefe de redacción. Me dieron alas para inventarme como periodista allí, en esa revista que imprimió en millones de corazones. Verlo a Andrés de pie ante su tablero buscando con sus pinceles la próxima tapa... era para mí un placer y un honor.

Me emocionaba acceder de cerca a su proceso creativo, era un artista enorme.¿Qué era cabrón? sí, lo era. Pero cuando sentía que la situación o algún fulano lo merecían, no vivía en estado belicoso. Algunos jueves de estreno (menos de los que me hubiera gustado) nos íbamos solos al cine... me viene el recuerdo de "Momentos", la opera prima de María Luisa Bemberg, por ejemplo...

Con el tiempo me fui animando a pedirle aumento de sueldo sin que me temblara la voz, pero siempre intimidado ante esa situación, no era un asunto que lo hiciera sonreír.

.Era muy celoso, no le gustaba demasiado que "su gente" incurriera en otros medios y proyectos, además de Humor. Me tocó padecer ese filo un par de veces pero hoy, al cabo de los años, sólo me hacen sonreír los recuerdos que tengo de Andrés Cascioli, todos me cobijan y me honran...

Toda la vida gracias a esa revista que me dio apellido de casado para siempre: Hugo Paredero de humor, ese soy.

 

El imprescindible

Por Carlos Ulanovsky

Cascioli fue un artífice del "Lo hacemos"; un entusiasta dotado de un "Sí" incomparable y estimulante; un caricaturista de nivel internacional que le subió el precio a la cultura popular argentina y un tano que jamás tuvo miedo. Recuerdo que en Satiricón, en los tempranos 70's nos corría largamente por izquierda y nos sacaba ventajas considerables. Después nos reíamos, él más, con ese estilo jocundo y esa bocaza que Dios le había dado. Por todo eso en vida Andrés fue un imprescindible. Después, y todavía hoy, es un irremplazable.

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