La Tierra tembló una vez más

por Mariana Aquino
09 de marzo de 2017

El paro internacional de mujeres fue multitudinario en Argentina. El grito uno solo: abajo el patriarcado. Relatos en primera persona de cómo debemos cambiar una sociedad machista que nos maltrata, explota y, si no alcanza, nos mata.

Calles que desbordaban de mujeres, lesbianas, travestis y trans de todas las edades y clases sociales. En Buenos Aires, una marcha intensa que convocó a miles –organizadas y no– que desde Congreso a Plaza de Mayo se iban sumando. Un latido furioso copó la ciudad, un día después de la marcha donde los popes de la CGT no le pusieron fecha al paro general y salieron por la puerta trasera del escenario que ellos mismos plantaron. “Sí se puede, el paro a Macri se lo hicimos las mujeres”, se le ocurrió cantar a una, y funcionó.

Desde temprano salimos a las calles. Las inmediaciones del Congreso eran una fiesta de colores y propuestas artísticas creativas, todas denunciando abusos, desigualdades y femicidios. Carteles y cuerpos pintados: ‘Basta de matarnos’.  Nos encontramos con historias anónimas y diversas: mujeres entradas en experiencia que se sumaron a una marcha para terminar con tanta violencia del patriarcado, ahora que las cosas se llaman por su nombre; pibas chicas, que trabajan el tema en la escuela pero también miran televisión, donde las mujeres somos meros objetos decorativos, las víctimas somos revictimizadas, y las feministas, “violentas frente a la Catedral”.

Estela Marís González salió temprano de su casa en Merlo, en el oeste del conurbano. Se encontró con sus vecinas y –Sube en mano– empezó su batalla, íntima y colectiva a la vez. Se tomaron el Sarmiento a Once, y de ahí caminaron cada cuadra más empoderadas. “Nosotras hacemos todo solas y vamos muy bien pero a veces, grande así como soy, tengo miedo. La calle es violenta, es cierto,  pero a mí me da más miedo lo que pasa adentro de una casa. Porque yo vengo de una familia donde papá le pegaba tanto a mamá que la dejaba de cama. Murió, en una de esas veces, de tantos golpes. Prometí que eso no me iba a pasar a mí. Y aconsejo a cada piba que me cruzo. ‘Eso no, eso no lo tenés que permitir’, les digo”.

Nosotras vivimos la marcha. No es como te la pintan los medios de comunicación, siempre tan funcionales al machismo. Cada una llegó con historias y recorridos singulares, pero todas confluimos en la misma plaza porque la violencia no tiene límite, nos daña y marca por igual. Y si no los paramos, nos matan.

“Cuando mataron a mi hijo sentí que se me terminaba la vida. Y solo pude recuperar las ganas con este grupo de jóvenes que me llena el alma (marchaba junto a La Poderosa). Esta es mi lucha ahora: quiero que haya igualdad y trabajo para mis nietas. Que se acabe con tanto ensañamiento hacia las mujeres”. Carolina es mamá de David Cuenca, asesinado en un hecho confuso en Barracas. Y ayer sostenía una bandera (‘Basta de violencia’, decía) con la misma convicción con la que lloró a su hijo hace cuatro años.

Las migrantes también marcharon. Nancy Puente es una de ellas. Lleva 31 años en Argentina y se moviliza desde que vino de Venezuela. “Me gusta la lucha y tengo el ímpetu de mujer, no me para nadie. Tenemos que pelear por nuestros derechos donde estemos, porque las mujeres somos del mundo. Compartí muchas plazas con reclamos populares y todavía me sorprendo. Argentina cambió y avanzó respecto a Latinoamérica. La mujer sale y se expresa más acá. Y lo celebro. Ahora las inmigrantes luchamos por no perder lo que conseguimos en este país los últimos años”.

“El maltrato era muy fuerte para las inmigrantes. Además de ser mujer y pobre, venís de un país limítrofe. Te puedo asegurar que a veces la sociedad te lo hace notar. Nos tuvimos que organizar y difundir nuestros derechos, para defendernos de los abusos laborales. A las mujeres y a los niños nos cuesta más desarrollarnos”, cuenta Marta Pérez, peruana con 26 años en Argentina, integrante de Los Migrantes de la Tercera Edad y el Grupo de las Mujeres Peruanas.

Mary es la primera vez que marcha. Es migrante boliviana y hace artesanías en Liniers. “Ahora las mujeres del continente estamos unidas”, dice, y eso le da fuerzas para estar acá. Ya no se siente sola. "En Bolivia las cosas han cambiado a partir de Evo Morales porque una mujer indígena puede manejar un colectivo, y ahora tenemos la primera médica indígena recibida”. Pero en Argentina no pasa lo mismo: “El gobierno de Macri nos discrimina. Y ahora hasta restringen la llegada de los inmigrantes”.

Silvia tiene 71 años. Desde la década del 90 participa en marchas de mujeres. En esa época, cuenta, “hablabas de género y la gente pensaba que estabas hablando de telas”. Fue también la época donde junto a otras compañeras hicieron el posgrado de Estudios de la Mujer en Psicología de la UBA y nadie las entendía. Pero a partir de la lucha, algunas cosas fueron cambiando: “No hay dudas de que la última década fue una década ganada en derechos de la mujer. Nos faltó pero avanzamos. Ahora creo que, en este momento político más que nunca, es importante marchar para seguir luchando por nuestros derechos.”

Aldana tomó conciencia de lo fuerte que es el machismo a los 12 años: “Un día un tipo en la calle me dijo cosas feas que ni entendía. No quiero eso ni para mí ni para nadie. El acoso callejero es grave pero peor es que te inculquen que la única forma de avanzar para una mujer es usar su cuerpo. Eso no pasa con los hombres. Cuando una mujer no cumple con el prototipo ideal, la denigran y maltratan. Eso tampoco les pasa a ellos”. Ahora Aldana tiene 17. El mismo nombre y la misma edad que una chica que marcha a metros suyo y aún no puede entender cómo vivimos en el mundo que vivimos.

“Los reclamos que traemos son justos. Es la primera vez que vengo a una movilización y estoy exaltada de ver a tantas mujeres pidiendo por sus derechos. Pero me preocupa que todavía haya gente negada a ver esto y que lo banalice. Quiero un mundo con más oportunidades, donde los medios no hablen de nosotras como objetos. Somos mujeres, basta”, lanza Aldana. Ese basta, multiplicado en cada mujer y en cada voz, hizo temblar la Tierra.Y puede cambiar el mundo, de una buena vez.

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