Una reforma contra la reinserción social

por Revista Cítrica
25 de abril de 2017

El Senado tratará los cambios a la ley 24660 que restringe, entre otras cosas, las salidas transitorias, que las personas privadas de su libertad utilizan para estudiar o trabajar. Familiares y detenidos luchan para impedir ese retroceso y denuncian reiterados abusos de poder en el sistema penitenciario.

Para el ministro de Justicia, Germán Garavano, las protestas de los presos contra la reforma de la ley 24660 de ejecución de la pena privativa de la libertad es "insólita" porque a ellos no los afectará. Si a vos no te toca, no importa. Vos tenés que ser emprendedor y progresar. La individualidad al palo. El ejemplo es el pibe que se recibe a los 19 años en una universidad privada. Esa es la tapa. Los miles que estudian y se reciben en las cárceles, hacinados y maltratados, no dan ni para un recuadro. El pibe y el preso, los dos, consiguen el objetivo. Pero la historia del preso está invisibilizada.  

“Las leyes nuevas no cuentan para delincuentes ya condenados. A ellos no los afecta”, es el argumento de Garavano para descalificar un reclamo que ya tiene a unos cuantos penales en huelga de hambre: las unidades 8 de mujeres de Los Hornos, la 1 de Olmos, la 47 de San Martín, la 7 de Azul, la 9 de La Plata, y la 23 de Florencio Varela. Y se van sumando cada vez son más. En la 31 de Florencio Varela, once de doce pabellones participan de la huelga. Allí está Silvio, un interno que se recibió de abogado el año pasado y lucha contra el cambio en una ley que personalmente, como dice el ministro de Justicia, no lo afectará, pero significa un tremendo retroceso en la progresividad de la pena para los condenados que vendrán. “Esta reforma anula el compromiso que tiene asumido el Estado argentino para con la comunidad internacional, a través de la adhesión que hizo con el Pacto de San José de Costa Rica, y de esa manera elimina todo lo que sería el tratamiento penitenciario con una función socializadora”, explica Silvio.

Cuando el Servicio Penitenciario ve a una mujer empoderada la considera una amenaza. Para frenarlas las castigan o las meten en el neuropsiquiátrico.

Lo que no explican los redactores de la ley, ni mucho menos el ministro de Justicia es por qué se incorporan alrededor de once tipos de delitos a partir de los cuales, quienes los cometen, no pueden acceder a los beneficios relacionados con la reinserción. “Se reducen las salidas transitorias, las libertades condicionales y la libertad asistida. Anulan directamente todo el sentido de reinserción social al poner un freno a cualquier tipo de avance dentro del sistema actual”, detalla el abogado que está preso en la Unidad 31 de Florencio Varela.

La agenda mediática habla de cómo los privados de la libertad vuelven a cometer delitos pero no sobre cómo la sobrepoblación en las cárceles también - aún más que los propios detenidos- genera más delitos. En la Unidad en la que se encuentra alojado Silvio el hacinamiento es alarmante: está creada en su estructura, para albergar a 332 personas y son más de 900. Hay un 200 por ciento de sobrepoblación. Hay gente durmiendo en el piso, no hay colchones, no hay asistencia sanitaria y los equipos interdisciplinarios directamente no funcionan, por la propia situación de no poder responder ante semejante demanda de gente que está hoy encerrada en las cárceles.

Cuando los privados de la libertad no pueden acceder a salud ni a educación, la cárcel se transforma en un depósito de personas

La población carcelaria creció casi un 100 por ciento en la última década, lo que comprueba que la relación entre encierro y delito no es una regla de tres simple. “Es un indicador claro de que la situación no se mejora con mano dura, ni con leyes que restrinjan aún más la libertad. Más allá del monto de la pena que puedan llegarle a dar a una persona por un delito, el tema es qué hacer con ella el tiempo que permanece en la cárcel. Cuando los privados de la libertad no pueden acceder a salud ni a educación, la cárcel se transforma en un depósito de personas, donde uno trata de sobrevivir de la manera que puede”, precisa Silvio.

Y si esas personas encima son mujeres y reclaman por sus derechos, el Servicio Penitenciario puede ser aún más duro. Alfredo Cuellar, quien aún reclama por el esclarecimiento de la muerte de su hija, “la China”, en la Unidad Penitenciaria IV de Ezeiza en 2012, cuenta que “cuando el Servicio Penitenciario ve a una mujer empoderada la considera una amenaza”.

“Cuando reclaman son castigadas o las mandan al psiquiatrico. Y en el peor de los casos aparecen muertas y lo disfrazan como suicidio. Para frenarlas las castigan o las meten en el neuropsiquiátrico. Ahí las medican, están dopadas todo el tiempo y no saben ni a dónde están. Las mujeres que ellos consideran revoltosas son las que luchan por sus derechos”, denuncia Alfredo, sobre el funcionamiento de la cárcel de Ezeiza, que en nada cambió a pesar de la muerte de su hija.

La reforma de la ley cuenta con media sanción, a partir de diciembre del año pasado en Cámara de Diputados, y la intención, que en palabras de Silvio “es fogoneada por algunos medios hegemónicos de comunicación”, es que se le dé dictamen en Senadores. “Iba a pasar la semana pero a partir de las protestas que estamos realizando junto a los compañeros del Sistema Penitenciario Federal y del Provincial, se armó una mesa de diálogo con organizaciones de DDHH, con familiares de detenidos y con ex detenidos. Allí están siendo oídos por los senadores y organizaciones que representan a las víctimas, desde un sentido amplio. No en el sentido de venganza, como lo presentan algunos medios. O sea, hay un grupo de personas que fueron víctimas de diferentes hechos delictivos y que no buscan vengarse. Es un espacio que abrió la gente de Pensamiento Penal que se llama Víctimas por la Paz”.

“Los medios se cuelgan del dolor de una víctima, y a partir de ahí construyen un  “otro” malo y criminal, un otro que tiene que ser extirpado de la sociedad”, dice Silvio. “Parece que a nadie le importan estas personas, como si no tuvieran también derechos, como si no fueran seres humanos. Como si fueran lacras irrecuperables. Ahí hay cosas peores como la mafia penitenciaria y la corrupción política. Pero sólo reparan en las chicas presas y las castigan”, reclama Alfredo.

 

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